Ad Majorem Dei Gloriam
Notas sobre la
expulsión de los jesuitas en el Perú
Lima,
septiembre 8 de 1767.- Una columna de alguaciles tea en mano, dos compañía de
granaderos y ocho soldados de caballería de la guardia del virrey, dirigen sus
pasos por Aldabas, continúan por Beytía con dirección al templo de San Pablo,
actual iglesia de San Pedro. Ha quedado roto el sueño de los vecinos por la
sorda marcha de corchetes o ministriles de justicia con escolta y aparato;
entonces algunos curiosos asoman para ver el extraño desfile aquella fría
madrugada.
La ciudad
duerme hace mucho y aún los gallos no anuncian el nuevo día cuando suenan
huecos, extraños y desacostumbrados los golpes del aldabón en la maciza puerta
que da a la plazoleta del cementerio del Callejón de Gato; -Cosa curiosa: la
contigua y monumental iglesia tiene tres puertas en lugar de las dos que
habrían de corresponderle por su categoría- prerrogativa únicamente reservada a
los templos catedralicios.
Las bocacalles
han sido cerradas y los contornos de la manzana guarnecidos. Se abre el postigo
y el hachón alumbra la barbada faz de un monje alto y compuesto:
- La paz sea
con vosotros hermanos, adelanta con tranquila voz el jesuita, pasad, por favor.
Don Domingo de
Orrantia, caballero que presidía la comitiva, queda desconcertado. No era para
menos. Cuanto sigilo y secreta consigna para la sorpresa que esperaban producir
y que ahora la recibían tornada. Al hacer su ingreso en tropel en el zaguán e
inmediato patio se deja ver en la semioscuridad una larga columna de frailes
breviario en mano y el zurrón a sus pies con sus magras pertenencias.
Indudablemente,
esperaban preparados aquella incursión (1)
El padre
provincial José Pérez de Vargas y el último rector, fray Antonio Claramunt fueron
compelidos a entregar llaves y hacer que la comunidad se concentrara en el
amplio refectorio, que se dispuso a campana tañida; allí se les leyó la orden
de extrañamiento del reino; además, que la detenida grey del Colegio Máximo de
San Pablo de Lima, seminario y colegio católico, sería sacada de sus
domicilios, que en Lima eran cuatro, a saber: el Colegio Máximo de San Pablo,
la casa profesa de Desamparados, el Colegio San Martín y el Noviciado de San
Antonio Abad.
Era la ocasión
de hacerla desfilar en el mayor sigilo por calles y plazas en hora temprana y
expulsarla fuera del reino del Perú, lejos, muy lejos tanto donde no pudiera
saberse más de ella. Había empezado la tristemente célebre cuanto injusta purga
de los padres jesuitas. En todo el reino se llevaban en horas similares estas
diligencias. Allí donde existía una comunidad jesuítica igual ocurría.
Disciplinados
y serenos están ya formados aquellos soldados de la Compañía de Jesús
(Societatis Jesu, SJ) selecta Orden llegada al Perú en 1568. Forjados en los
ejercicios espirituales legados por su fundador y primer general San Ignacio de
Loyola suman a la proverbial disciplina, magredad de costumbres, sólida
instrucción y sereno juicio, un hálito de clara inteligencia que los había
hecho temidos, cuando no envidiados en todo tiempo y circunstancia. La Orden de
los jesuitas se había incorporado, en 1540, a instancias del emperador Carlos V ante
el Papa Paulo III y a resultas del larguísimo Concilio de Trento por obra de la
Contrarreforma.
Pero era claro
que las reales disposiciones tenidas por secretas, compulsivas y precisas,
despachadas con toda anticipación desde el palacio real de El Pardo al virrey
del Perú y reenviadas a todas las gobernaciones del vasto virreinato habían
sido, en algún tramo, conocidas por estos religiosos. El trigésimo primer
virrey del Perú, don Manuel Amat y Juniet (1761-1776) estaba al mando en
ocasión de estos sucesos.
Anciano y
gotoso cuando no enamoradizo, el catalán renegaba de los deslices de su amante
Micaela Villegas, La Perricholi, pero estaba en inteligencia con Madrid en asuntos
de esta expulsión que la tenía por secreta y sobre la que se había asegurado
que así lo fuera.
Más tarde, en
orden y con dignidad, murmurando algún rezo la columna de reos abandona su
amada casa, algunos vuelven la mirada al hermoso y elevado frontis renacentista
donde se inscribe misterioso el anagrama JHS; los más viejos con los ojos empañados
y los más jóvenes encadenadas sus emociones. Larga va la columna de frailes que
encamina hacia la portada del Callao donde colocada en carretones enrumba al
puerto; allí les aguarda la primera prisión, el navío de guerra San José
Peruano destinado para su largo viaje y deportación. Allí también se darán
encuentro con otros hermanos exiliados, procedentes del Alto Perú, la Capitanía
General de Chile y demás confines de la jurisdicción virreinal.
Es septiembre
y la húmeda neblina con la garúa temprana azuza el frío.
Consciente
Amat que muchos de los novicios y frailes eran limeños por lo que la población
podría reaccionar en favor de ellos, aceleró el zarpe y es así que el 29 de
octubre 180 jesuitas marchan al destierro; al dar fondo en Valparaíso,
esperaban ya 200 jesuitas, pero dado el escaso espacio que les quedaba a los
embarcados en el Callao únicamente pudieron dar autorización a 21 sacerdotes
chilenos. El 1 de enero de 1768 se hicieron nuevamente a la vela para arribar a
Cádiz después de cuatro penosos meses de navegación. El total del secuestrado,
según documentos estudiados, expresa que llegó a 499, de los cuales 429
embarcaron para España.
Quienes habían
corrido la voz de la fortuna descomunal que los jesuitas habrían dejado
enterrada en sus casas y templos, dieron lugar a una mal disimulada búsqueda, especialmente
en San Pablo, pero jamás se pudo encontrar otra cosa que los ornamentos
sagrados y obras de arte de gran valor producto de las donaciones. Es así que
la tan cantada riqueza de la Orden jamás apareció; por el contrario, se pudo
comprobar por los documentos incautados que los frailes habían vivido al día y
si de algún dinero se tuvo noticia, era el proveniente de las cofradías que lo
habían confiado.
La masiva
defenestración, entre posibles otras causas, tendría origen en estos hechos:
En la
metrópoli, don Pedro Pablo Abarca de Bolea, IX conde de Aranda, valido de Carlos
III, el Déspota Ilustrado, había convencido al Consejo Real y con ello al mismo
rey sobre la necesidad de terminar de una vez con la clara hegemonía de los
discípulos de Loyola en las provincias de ultramar y en la propia España.
Razones sobraban.
Había suficiente
queja contenida en los reales despachos por la forma como administraban los
jesuitas las misiones o reducciones del Paraguay asiento de los nativos calchaquíes
y guaraníes y la prosperidad que habían logrado en comunidad. Situación que de
otro lado habría puesto en bancarrota a los encomenderos, que si bien era
cierto se les sabía abusivos e indolentes, al fin de cuentas también eran
tributarios del rey.
Que no era
poco que aquellos jesuitas, la última Orden clerical arribada al Perú doscientos
años antes, hubiera tornado en su favor, hegemónico y exclusivo, la instrucción
de los hijos de las clases más encumbradas, dejando a los franciscanos,
mercedarios, dominicos y agustinos en planos inferiores en materia de impartir
la instrucción.
Además, muchos
legados de agradecidos pudientes testaban en favor de la Orden y con ello
habíanles procurado un patrimonio en hacienda y propiedad inmueble sobre las
que ejercían labor tesonera de producción e industria que los hacía prósperos a
la vista de cualquier feligrés y muy al pesar de no pocos.
Y en materia
de conocimiento y cultura, los ilustrados hermanos poseían una biblioteca rica
en volúmenes de los más variados títulos, en su mayoría tratados de ciencia y
teología, ¿No constituía esto un poder de primer orden? Con la expulsión y el
tiempo esa colección pasó a formar la Biblioteca de Lima, asolada por la
soldadesca chilena en 1881 y devorada por el incendio de 1943.
Tampoco podía
dejarse caer en saco roto las intrigas vengativas de don Pablo de Olavide, el
limeño quien sufriera prisión dispuesta por la Inquisición sobre la base de la
denuncia de los jesuitas de haber empleado parte de los dineros que le confiara
el virrey, para obra pía y el levantamiento de templos y casas religiosas
destruidos por el sismo de 28 de octubre de 1746 y con esa dolosa sisa haber
empezado la fábrica del Teatro de Lima, obra del todo impía, según criterio de
sus acusadores.
En el Perú, el
virrey don José Antonio Manso de Velasco, conde de Superunda, había conseguido
con mucho esfuerzo trocarle a Olavide el auto de fe inquisitorial de la hoguera
por el de expulsión perpetua y ahora, en la hora suprema, se encontraba don
Pablo en España protegido del Conde de Aranda mascullando su desquite. La
expulsión de los jesuitas de todos los reinos de España sería el colofón y para
ello pondría algo de su empeño de masón y enemigo natural de la Orden
ignaciana.
También se
tenía en cuenta la fundada sospecha que el reciente motín llamado de Esquilache,
en Madrid, los jesuitas habíanla propiciado o apoyado.
Leopoldo de
Gregorio, marqués de Esquilache, persona de absoluta confianza del rey, firme
en su decisión se había propuesto erradicar en la Villa de Madrid el uso de la
capa larga y el sombrero de ala ancha llamado chambergo con el pretexto de que,
embozados, los madrileños podían darse anónimamente a todo tipo de atropellos y
esconder armas entre la amplitud del ropaje.
La medida
propugnaba el uso de la capa corta y el tricornio o sombrero de tres picos de
procedencia extranjera. La multa en caso de desobediencia ascendía a seis
ducados y doce días de cárcel para la primera infracción y el doble para la
segunda. A este italiano debía Madrid las obras de saneamiento y limpieza, que
tanta falta le habían hecho. A él también la pavimentación e iluminación de
calles y la creación de paseos y jardines.
El edicto de
marras dio origen a un levantamiento en la vieja capital a orillas del Manzanares
y otras partes de España, pero es posible que la manifiesta escasez, pobreza y
hambruna que de verdad la asolaban hubieran sido la verdadera causa que había
puesto en riesgo la estabilidad del propio rey. Esquilache fue forzado al
exilio y de esta forma terminado el motín. (Ver)
¿Cuán lejanos
pudieran haber estado los jesuitas de estos sucesos?
Había mucho de
encono contra la famosa Orden en el Paraguay y su revolucionaria obra. Claro,
resultaba intolerable la competencia de los buenos géneros de tela confeccionados
en las reducciones nativas vendidas a precio de coste y de calidades superiores
a los burdos que traían los mercaderes de Asunción desde la lejana España para
imponerlos bajo grosera exacción a los nativos; ese abuso había terminado. Los
jesuitas igual que pronunciaban elocuentes la palabra misionera, enseñaban la
ciencia de la manufactura en los telares; el arte del cultivo y la
administración de la granja, el uso de las herramientas de todo tipo y su
forja; el cuidado de la salud y la preparación de medicamentos. El valor del
esfuerzo constante aunado a la virtud cristiana por la buena obra había
despertado en los sencillos naturales un orgullo redivivo.
Allí estaba
para probarlo también la factura sólida y equilibrada de piedra y ladrillo de
sus construcciones, en sus volúmenes generosos, correcta orientación y barroco
impresionante; allí también la cadena inigualable de templos que desde Puno,
pasando Juli sigue las estribaciones de Humahuaca en Jujuy, hasta Misiones en
Yapeyú. Singulares obras maestras, cuyos abandonados vestigios aún son motivo
de admiración.
Acaso no
fueran notables los alcances de la cultura occidental implantados con paciencia
y amor por esos laboriosos frailes. Así, en las espesuras de la cercana Iguazú,
una orquesta de cámara formada por jóvenes guaraníes lanzaba a los vientos la
Sonata en trío para violines y violonchelo, opus 1, de Arcangelo Coreli, como
si lo fuera la más conspicua y afiatada orquesta de Cremona o de Mantua
provista de violines tan buenos como los afamados Guarneri o Stradivari, que
también los fabricaban en aquellas exóticas latitudes tan lejanas.
Pues no, ya
era suficiente; Carlos III, decreta la expulsión de la Compañía de Jesús mediante
la Pragmática Sanción, cuya glosa reza:
[…]Habiéndome
conformado con el parecer de los de mi Consejo Real y de lo que me han
expuesto personas del más elevado carácter, estimulado de gravísimas causas
relativas a la obligación en que me hallo constituido de mantener en
subordinación, tranquilidad y justicia mis pueblos, y otras urgentes, justas y
necesarias que reservo en mi real ánimo; usando de la suprema autoridad
económica que el Todopoderoso ha depositado en mis manos para la protección de
mis vasallos y respeto de mi corona, he venido a mandar se extrañen de todos
mis dominios de España e Indias, Islas Filipinas y demás adyacentes, a los
religiosos de la Compañía, así sacerdotes, como coadjutores y legos que hayan
hecho la primera profesión, y a los novicios que quisieren seguirles, y que se
ocupen todas las temporalidades de la Compañía de mis dominios. Y para su
ejecución uniforme en todos ellos os doy plena y privativa autoridad, y para
que forméis las instrucciones y órdenes necesarias, según lo tenéis entendido y
estimareis para el más efectivo, pronto y tranquilo cumplimiento. Y quiero que
no sólo las justicias y tribunales superiores de estos reinos ejecuten
puntualmente vuestros mandatos, sino que lo mismo se entienda con los que
dirigiereis a los virreyes, presidentes, audiencias, gobernadores,
corregidores, alcaldes mayores y otras cualesquiera justicias de aquellos
reinos y provincias, y que, en virtud de sus respectivos requerimientos,
cualesquiera tropas, milicias o paisanaje den el auxilio necesario sin retardo
ni tergiversación alguna, so pena de caer, el que fuere omiso, en mi real
indignación. Yo, el Rey, 27 de febrero de 1767.[…]
Mucho hay
registrado de la pena, privación y desdén que los miembros de la Orden habrían
de sufrir, numerosos de ellos abandonados a su suerte en Italia. Abandonados
también sus templos y casas de retiro, mal administrados por las
temporalidades, es decir, ocasionales entes encargados del cuidado de ese
patrimonio celosamente construido y atesorado que finalmente quedó disperso,
hurtado o desaparecido (2).
La expulsión
trajo consigo un retroceso en la producción del campo y la industria donde
había sido motivo la tarea jesuítica. Se dejó sentir también en la calidad de
la instrucción y mucha gente acusó recibo de las deficiencias, de tal suerte
que pasados pocos años se gestó la idea de hacer retornar a los extrañados. El
daño ya estaba hecho.
Se tuvo
empero, para castigo o recompensa, que un jesuita arequipeño, pampacolqueño de
origen, don Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, víctima de esta expulsión produjera
en su tiempo el más subversivo libro que habría de apuntalar los deseos
inocultos de independencia, con anterioridad a la emancipación de Iberoamérica
desde los albores del siglo XIX.
La Carta a los
españoles americanos del jesuita peruano galvanizó las conciencias de los
pueblos y les indujo a la separación de España, acaso para La mayor gloria de
Dios.
Reducciones del Paraguay; Reducción de San Miguel, actual Brasil,
fundada por el jesuita limeño P. Antonio Ruiz de Montoya
(1) Invitamos
en este punto a leer la tradición El Nazareno, de don Ricardo Palma, quien era
masón y tampoco comulgaba con los jesuitas, respecto a cómo no fue secreto para
ellos la real orden de extrañamiento. El historiador R. P. Rubén Vargas Ugarte,
S. J. niega versiones de este jaez y por el contrario explica el gran pesar y
sorpresa que produjo entre los hermanos jesuitas semejante disposición cuando
les fue leída aquella Pragmática Sanción.
(2) Y esto
sólo fue uno de los episodios de la tremenda campaña antijesuítica que se
desató en Europa. Fueron expulsados de Portugal (1761), Francia (1764), España
(1767), Sicilia (1765) y Parma (1768) y la supresión por vía administrativa
decretada por el Papa Clemente XIV en 1773. La restauración, impulsada por José
Pignateli, tomando como base los grupos de jesuitas que habían permanecido en
la Rusia Blanca, fue sancionada por Pío VII (1814) pero no todo resultaría
fácil. El afianzamiento y la difusión fueron dificultados por las persecuciones
en muchos países.
Fuentes:
Historia
General del Perú. Tomo IV (Virreinato 1689, 1776) R. P. Rubén Vargas Ugarte S.
J. Ed. Carlos Milla Batres, 1981; Lima-Perú.
Tradiciones
Peruanas Completas. El Nazareno, (1774), Ricardo Palma. Aguilar – Madrid 1964.
Internet
Grabados de
Internet
Incursión en
San Pablo. Del blog ESEJOTAS del Perú,
http://www.esejotas.com/2008/11/la-expulsin-de-los-jesuitas-en-el-per.html
Emblema de la
Compañía de Jesús.
Reducciones
del Paraguay, Reducción de San Miguel, en territorio actual del Brasil
24 comentarios:
MI QUERIDO HERMANO:
EXCELENTE TU BLOG SOBRE LA EXPULSION DE LOS JESUITAS. LAS AVENTURAS DE DON ALONSO DE ARELLANO “EL NAZARENO” ES UNA DE MIS TRADICIONES FAVORITAS; LA OBRA “GOYA” DE LEON DE FEUCHTWANGER, JUDIO TAMBIEN, AUTOR DE “GLORIOSO DESTINO” BIOGRAFIA DE PIERRE DE BEAUMARCHAIS, ESPIA FRANCES, DETALLA LA CAUSA CONTRA PABLO DE OLAVIDE.
MUCHAS GRACIAS
UN ABRAZO
Luis:
Gracias por tu envió. Interesante y revelador, acerca de la expulsión de los jesuitas. Como siempre, las cosas prosaicas se imponen a las espirituales. Es justo también juzgar los hechos en las circunstancias en que ocurrieron, sin pretender aplicarles los conceptos modernos de la ética. Los jesuitas siguen teniendo enemigos poderosos, su obra a través del Opus Dei, sin embargo, deja una herencia muy rica en todo sentido para el juicio final de la posteridad.
Felicitaciones por tu labor divulgadora de nuestra historia.
Un abrazo,
Jorge Bejar A.
Estimado compadre:
Muchas gracias por ilustrarme con un capítulo de los Jesuitas en su faceta buena.
Indudablemente en sus conventos ha habido muchísimos hombres con admirable abnegación por hacer el bien y también es explicable que en ese quehacer, los monjes hayan frustrado las intenciones rapaces de algunos adinerados explotadores, quienes se convirtieron en vengativos antagonistas de la Orden Jesuita.
Tan bien queda en mis recuerdos algo de varios pasajes que en mi juventud leía, donde monjes “militantes” (para denominarles con algún nombre) de la Orden Jesuita, durante siglos desde su fundación, persiguieron implacablemente hasta destruirlos a enemigos (auténticos unos y supuestos otros) del Papado y la Fe Cristiana según su interpretación de entonces. Esta última actividad debe haberles ganado enemigos mucho más formidables, quienes unidos a los demás antagonistas, en su empeño de arruinar a los militantes Jesuitas, destruyeron también su disciplinada organización benéfica (por lo menos temporalmente).
Abrazos
Carlos Urquizo
Apreciado Dr. Siabala:
Elegante e ilustrativo su blog sobre la expulsión de los jesuitas. Los “encomenderos” de hoy también quisieran expulsar a Bambaren.
Hola Lucho, gracias por el envío como siempre he disfrutado con la lectura ese tipo de historias son las que mas me fascina y hacen que me transporte a aquellos tiempos, aunque no se si me hubiera gustado vivirlos.Un fuerte abrazo y saludos por casa, nuevamente muy agradecido por la historia y te felicito por el Blog está de maravilla. Pepe.//
Mi estimado Lucho:
Un articulo por demas interesante -que conoci en la pelicula "La Mision"- pero que en tu monografia, la historia resulta enriquecida con detalles que -reconozco- desconocia.
Muchas gracias de este fanatico lector tuyo
Dr. buenas noches, felicitaciones!!!!! y gracias por ilustrarme, es maravilloso.
Mari.
Estimado Luis:
Nuevamente gracias por el envío de un trabajo no solo enriquecedor desde el punto de vista histórico, sino también exquisito en su narrativa.
He podido ser testigo de las grandes virtudes de los jesuitas nada menos que en el campo de la educación, cuando Leo (mi hijo) estudió durante 11 años en el colegio de La Inmaculada. Son verdaderamente extraordinarios, porque no solo son profesores sino también maestros (forjadores de la personalidad y los principios morales, sin dogmas ni prejuicios y adecuándose a los tiempos).
Un fuerte abrazo,
Fernando
Como en un anterior comentario, insisto en creer que todo el estilo de narrativa, aquí expuesto, obedece a un pleno conocimiento de hechos y costumbres, de dominio de datos y pluma prolija, ajenos a nuestros días.
El estilo pulcro y dramático me evoca las páginas más emocionantes del gran costumbrista Benito Pérez Galdós.
Cito: ( La Corte de Carlos IV, Episodios Nacionales):
"Sin oficio ni beneficio, sin parientes ni habientes, vagaba por Madrid un servidor de ustedes, maldiciendo la hora menguada en que dejó su ciudad natal por esta inhospitalaria Corte, cuando acudió a las páginas del Diario para buscar ocupación honrosa. La imprenta fue mano de santo para la desnudez, hambre, soledad y abatimiento del pobre Gabriel, pues a los tres días de haber entregado a la publicidad en letras de molde las altas cualidades con que se creía favorecido por la Naturaleza le tomó a su servicio una cómica del teatro del Príncipe, llamada Pepita González o la González. Esto pasaba a fines de 1805; pero lo que voy a contar ocurrió dos años después, en 1807, y cuando yo tenía, si mis cuentas son exactas, diez y seis años, lindando ya con los diez y siete".
…
"Ir a la calle del Desengaño en busca del Blanco de perla, del Elixir de Circasia, de la Pomada a la Sultana, o de los Polvos a la Marechala, drogas muy ponderadas que vendía un monsieur Gastan, el cual recibiera el secreto de confeccionarlas del propio alquimista de María Antonieta.
Ir a la calle de la Reina, número 21, cuarto bajo, donde existía un taller de estampación para pintar telas, pues en aquel tiempo los vestidos de seda, generalmente de color claro, se pintaban según la moda, y cuando ésta pasaba, se volvía a pintar con distintos ramos y dibujos, realizando así una alianza feliz entre la moda y la economía, para enseñanza de los venideros tiempos".
Tocante a los hechos expuestos, me cautiva la forma dinámica y acuciosa de datos con los que se narra el hecho histórico, en el marco del hecho ficticio: Cito de
"Notas sobre la expulsión de los jesuitas en el Perú":
… "Más tarde, en orden y con dignidad, murmurando algún rezo, la columna de reos abandona su amada casa, algunos vuelven la mirada al hermoso y elevado frontis renacentista donde se inscribe misterioso el anagrama IHS; los más viejos con los ojos empañados y los más jóvenes encadenadas sus emociones. Larga va la columna de frailes que encamina hacia la portada del Callao donde colocada en carretones enrumba al puerto, allí les aguarda la primera prisión, el navío de guerra San José Peruano destinado para su largo viaje y deportación. Allí también se darán encuentro con otros hermanos exiliados, procedentes del Alto Perú, la Capitanía General de Chile y demás confines de la jurisdicción virreinal".
Estamos ante un testigo presencial de la historia. Muchos entusiastas directores de cine podrían inspirarse en este guión que los salvaría de anacronismo y de las sutilezas fáciles en las páginas de esta crónica que marcó para siempre la historia del Perú moderno.
Abrazos,
Luis Adolfo
El antiguo colegio de San Pablo sigue teniendo historia viva, por ejemplo la toma frecuente del atrio. El blog padreenrique.blogspot.com trae datos cotidianos desde el otrora corazón de Lima.
Estimado Dr. Siabala:
Le agradecemos a usted por ofrecernos su texto sobre la expulsión de la Compañía de Jesús. No podíamos dejar de enlazarlo en nuestra revista virtual, dirigida a los jóvenes de las obras jesuitas.
Fraternalmente,
Esejotas del Perú
ESTIMADO HERMANO TU EXCELENTE ARTICULO SIGUE CONCITANDO BELLOS COMENTARIOS...TE FELICITO.UN ABRAZO, RAFAEL
Estimado Dr. Siabala:
Dei Gloriam, Gloria a Dios:
Es Usted un hombre que trata de iluminar el camino hacia la verdad. Una comunidad tan importante, no por su número, sino por su calidad, como los SJ, ha tenido el acierto de colgar en su Blog su ilustrativa narración sobre esas tensas y dramáticas horas que vivieron los jesuitas durante su injusta expulsión de América.
Mis felicitaciones Dr. Siabala.
Estimado Lucho:
Considerando que la redacción de hechos ocurridos en el pasado es tu actividad favorita, me imagino que la aceptación de tus artículos debe colmarte de orgullosa satisfacción.
Te felicito por la merecida recompensa a tu esfuerzo, dedicación, etc, etc.
Carlos.
Excelente post,
Muy bien logrado.
Gracias y bendiciones
Estimado Lucho:
Acabo de leer por segunda vez tu artículo sobre la expulsión de los jesuitas y me auno a los elogiosos comentarios de tus lectores que ya son muchos y que están esparcidos en varios continentes.
Al margen de las opiniones y prejuicios que puedan existir sobre los jesuitas, sobre todo relacionadas con el real o supuesto poder que ejercieron a lo largo de la historia, no se puede negar su notable y benéfica influencia en el campo de la educación, hasta nuestros días. Mérito que no se les puede escatimar y que los justificaría largamente en todo caso frente a cargos o cuestionamientos de otra índole. Por desgracia la historia universal está plagada de injusticias iguales o peores que esta y, para verguenza nuestra, siguen ocurriendo en nuestra época.
Los motivos profundos que dieron lugar a su expulsión, no sólo del Perú sino de otros continentes, sólo pueden desentrañarse gracias a estudios rigurosos de los documentos existentes y a la interpretación de los mismos por historiadores profesionales y a los aportes de gente como tú poseedoras de esas raras virtudes de acusiodidad, objetividad y manejo del idioma que logran cautivar al lector en temas que de otro modo resultarían tediosos y aburridos. Felicitaciones.
No deja de llamarme la atención el hecho que algunos comentarios a tu presente trabajo descubran algunas cualidades específicas tuyas, que yo conozco de primera mano a través de las largas tertulias con que a veces nos regalamos. La referencia a Benito Pérez Galdós y la facilidad con que a través de tu prosa se te puede confundir fácilmente con un ciudadano de otra época o aún de otro continente me son familiares y me divierten. Prueba de ello es que por mucho tiempo estuve persuadido que una de tus primeras producciones que tuviste a bien darme a conocer, titulada Los del Jaral, era la trascripción de un documento inédito original de la España de Pepe Botella.
Nuevamente, te felicito por este trabajo y los otros que vendrán.
Jaime Sandoval
Excelente blog y muy interesante lo que expone
Sobre el Conde de Aranda no esta demostrado que fuera Mason, los propios Jesuitas lo desmienten categoricamente Juan Antonio Ferrer,maximo especialista en el tema dice que no lo fue, el tenia un hermano que era Jesuita y sí, esta demostrado que los ayudó mucho, pero tuvo que dar cumplimiento a la orden del rey que a su vez la habia preparado Manuel Rodas, que tambien era aragones
Ramon y Cajal si que esta demostrado que lo fue, aunque su familia lo niega categoricamente
Gracias y un saludo
Santiago, Julio 21 de 2009.
Amigo:
Con cuanto agrado he recibido tu interesantísimo artículo sobre el inicuo sistema utilizado para expulsar a los jesuitas desde la ciudad virreynal, bajo el nefasto reinado de Carlos III. Realmente la concisión y el estilo merecen todo el aplauso de este lejano lector.
Como viejo alumno jesuita (1945-1954), el tema me apasiona, puesto que hasta ciertos historiadores anticlericales han coincidido en señalar que el gobierno colonial, al menos en esta perdida capitanía denominada "Reyno de Chile", sufrió su mayor golpe en cuanto a progreso económico y social cuando se dio cumplimiento a tamaña atrocidad.
Más adelante te enviaré testimonios de obras de jesuitas chilenos (Hanisch y Campos Menchaca) sobre el tema, incluyendo, además, los casos de martirologio de miembros de la orden tanto en la Araucanía chilena como en la de allende los Andes, siempre que el asunto fuera de "vueso" interés, como hubieran pronunciado nuestros antepasados.
Pero, como adelanto, valga mi opinión poco original en todo caso, en el sentido que la eliminación de la orden se fraguaba desde muchos años antes, y como muestra te envío copia de parte del libro "Ensayo de la Historia Civil del Paraguay, Buenos-Ayres y Tucumán", editada en la capital del Plata en el 1816, imprenta de M.J. Gandarillas y socios, texto valiosísimo que casualmente cayó en mis manos por generosidad precaria de su propietario. El autor es don Gregario Funes, cura nacido en Córdoba allá por el 1750 y muerto en Buenos Aires ochenta años después, el que además de su gran papel como rector de la Universidad cordobesa tuvo más de alguna función en el proceso de la independencia de las llamadas provincias Unidas del Plata.
El texto ha sido transcrito con su ortografía original, llamando la atención el abundante uso del acento "grave", como se llama en la Francia eterna, que mi máquina se negó a copiar por carecer de él.
En la confianza que el azar (y el fin de la crisis) permita el acercarme a la hermosa Lima o que los vientos del norte te arrojen por estas playas, para dar debido cumplimiento a los brindis prometidos, recibe el saludo para ti y tu distinguida esposa, de este aspirante al mínimo conocimiento histórico que a cualquier hombre que aspira ser de bien, corresponde poseer.
Andrés Merino Espiñeira
Me aúno con especial entusiasmo y afecto, a las felicitaciones y elogios a este brillante artículo acerca del atropello y expulsión que sufrió la Orden jesuíta en el siglo XVIII.
Muchas gracias don Luis Siabala por este rescate de la historia que usted narra con pulcritud, claridad, elegancia y objetividad. Es conmovedora esta lectura y algo que siempre me extrañó fue la pasividad con la que fue aceptada la expulsión por estas tierras. Se que se trataba de una comunidad de religiosos, pero no hay que olvidar que el deseo de justicia muchas veces sobrepasa cualquier ideología, reglamento o ley. En
Paraguay tengo entendido que la expulsión costo vidas.
En una época en que los países europeos mercantilistas, tenían como objetivo el comercio exterior y explotación de sus colonias para la mayor acumulación de oro y plata, que representaba la ríqueza y poder, España perdía lo acumulado sin saber como detener su
salida (de metales preciosos) hacia Inglaterra, Holanda, etc. a través de la importación de productos. Y es que la gran inflación que se dio en su economía, asi como la mala calidad de sus manufacturas, hicieron que ni los propios españoles quisieran comprar los
textiles que se producían en su tierra. La salvación entonces era colocar esta mercancía en la América española.
Me alegra el epílogo de su artículo, donde se demuestra como la expulsión marcó el inicio de la debacle del reino de España en América, con la figura de Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, que propició la independencia con su "subversiva" Carta, que sería el respaldo teórico de los independentistas.
Una vez más, un gusto leer sus notas, docto amigo. Disfruté también volver a leer al "Nazareno", una de las tradiciones más bonitas de Ricardo Palma.
Un abrazo.
Profesor Siabala:
Acabo de terminar de leer su nota acera de los Jesuitas. He quedado conmovida y además admirada con su investigación acuciosa.
Mientras leía, debo admitir que lo entendí a una sola lectura, fue gratificante saber que hubo personas que trabajan simplemente por el hecho de transmitir su conocimiento a personas menos afortunadas como los indígenas a quienes les enseñaron de telares para que ya no tuvieran que comprar telas importadas.
Soy una persona que no soporta ver y saber que haya seres humanos que quieran sacar provecho de los menos afortunados es algo que me sacará de mis casillas. Y fue algo que me sucedió mientras leía, en ese momento vivía la lectura, al saber que personas de jerarquía mayor podían mover influencias para extraditar y hacer pasar miserias a personas que no le habían hecho daño a nadie.
Bueno profesor, le reitero que ha sido maravilloso leer su nota acerca de los Jesuitas y espero ansiosa poder escribirle la carta en el examen final acerca de la Biblia de Donoso Cortéz.
Saludos,
Este texto hace que mi mente comienze a crear imagenes de cómo se dio este evento histórico en el Perú; el estilo es sencillo pero muy rico en vocabulario, puedo encontrar palabras curiosas pero no muy complicadas de entender ya que el contexto ayuda a descrifarlas.
El texto evoca un hecho histórico muy penoso para el Perú pero que además nos incita a pensar de cómo eran las reglas en ese entonces o quiénes las podían poner a su favor; creo que algunas cosas no han cambiado mucho en la actualidad, ya que en Europa han ocurrido hechos similares con un grupo étnico llamado gitanos que ha sido desterrado de los lugares en los que se ha ubicádo.
En este texto me he podido dar cuenta que el vocabulario es muy propio de la época, por ello encuentro algunas palabras nuevas como:
• Aldabón.- asa grande de un cofre, arca, etc. En este caso es el asa con la que se toca la puerta
• Gotoso.- que padece de gota, reumatismo.
• Azuza.-verbo. Incitar, estimular
• Defenestracion.- arrojo o expulsión drástica de una persona.
• Sisa.- pequeña cantidad de dinero que se defrauda ó se hurta, especialmente en la compra diaria
Aun asi ha sido fácil encontrar significado o un concepto de estas, ya que el contexto en la que se encuentran ayudan a darle un significado de manera rápida. La lectura ha sido fácil y ligera, no encuentro un texto recargado.
A mi parecer el autor expresa con un texto fácil de entender su apego por la lectura sencilla, cautivante, historica y reflexiva.
Ha sido muy interesante y enriquecedor leer este artículo; amplió mi conocimiento ya que sólo pensaba que los jesuitas eran una orden religiosa.
Era una Orden como varias que habían en ese tiempo; este grupo de intelectuales que tiene como fundador a San Ignacio de Loyola era una orden religiosa masculina católica cuya presencia se extendía a diversos países y reinos de ese entonces: Francia, Portugal (primer país en expulsarlos), Canadá, Italia, España y sus colonias principalmente.
El conocimiento y la formación intelectual, estaban al servicio de los demás a tal punto que sus escuelas eran consideradas como las mejores de esa época, sus enseñanzas tenían mucha demanda.
Ante tanto conocimiento que manejaban era lógico pensar que contaban con libros, para mi sorpresa, eran dueños de una biblioteca variada y numerosa que después de su expulsión pasó a ser parte de nuestra biblioteca nacional.
Con tanto conocimiento, eficiencia y cultura era de esperarse que despertaran la envidia de muchas personas a quienes les sería difícil comprender cómo era posible que este grupo de humanos tuviesen juntas tantas virtudes . Considerando su numerosa presencia en las colonias de España la cantidad de enemigos y detractores que se ganaron en base a sus buenos logros era considerable, por lo que resultaba previsible su pronta caída.
Los resultados de esta gestión lamentablemente se hicieron realidad un 27 de febrero de 1767 cuando se dictó la sanción que ordenaba expulsarlos de todo el reino y colonias de España. Esta orden se manejaba como secreto de Estado, sin embargo, de alguna manera logró filtrarse la información de tal forma que cuando en la madrugada del 8 de setiembre de 1767 una columna de soldados se dirige al templo de San Pedro (el más representativo templo de los jesuitas en el Virreinato del Perú) para cumplir con el mandato, fueron recibidos con amabilidad y se dieron con la sorpresa de encontrarlos formados y listos para partir, demostrando que hasta en los peores momentos eran organizados.
Excelente, apasionante, como para seguir leyendo e investigar más del tema, sobre este impactante hecho como lo fue la expulsión de los jesuitas del Perú.
Puedo rescatar que los jesuitas eran frailes, profesores, con un nivel muy alto de cultura, conocimientos de ciencia y teología.
Rescato en la primera parte del relato, la tranquilidad con que estos frailes atienden a las tropas invitándolos a pasar al convento. Me imagino todo lo que deben haber sufrido al ser expulsados de todos los dominios españoles.
Definitivamente injusto tremenda campaña anti jesuita y el atropello con se expulsa a la compañía de jesuitas. Expulsados en horas de la madrugada para no hacer publicas las rozones de la su expulsión. Dejándose un vacío en colegios, conventos.
Estimado Profesor:
Usted no sabe el encuentro de emociones que he tenido leyendo su historia. La encontré apasionante, inspiradora, sentimental, educativa y mucho mas. Es el tipo de lectura que enriquece la mente y el alma. Es impresionante el tipo de redacción que usted utiliza tan cuidadosa y esmerada. Siempre he tenido una admiración particular por las personas bien habladas y cultas como usted; con respecto a su relato los jesuitas son la clase de personas que ayudaron en la educación de muchos pueblos sin ningún interés de por medio, con el afán de instruir de una manera muy elocuente a los ciudadanos necesitados, aunados a sus creencias. Muy triste lo que les pasó y cuando se dieron cuenta aquellas personas que realizaron tan cruel hecho, del error cometido o aquellas personas que sí valoraron la labor de estos personajes y trataron de trocar la nefasta equivocación, resultó demasiado tarde porque el daño ya estaba hecho.
En esta lectura no solo pude adquirir palabras nuevas para enriquecer mi dialogo sino también aprendí un poquito de la historia de San Ignacio de Loyola, don Manuel Amat y Juniet, Micaela Villegas, sobre el motín de Esquilache y muchos personajes inéditos para mí. Le agradezco por su interés no solo de enseñarnos una simple clase sino también de ampliar nuestra cultura y sensibilizarnos ante sucesos que fueron transcendentales para nuestro país.
Su alumna Pirucca Brummell
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