domingo, 12 de diciembre de 2010

El Sol del Perú en el Palacio de Miraflores de Caracas

Oro del Perú




Notas sobre un obsequio de oro puro en pasta

Exordio
Los datos que aquí consigno fueron tomados de la información que se ofreció en la visita a Palacio de Miraflores en abril de 1974. Tanto el peso en oro puro como los datos precisos de su envío a Venezuela son materia de investigación. Resultará, con toda seguridad, para peruanos y venezolanos un asunto desconocido. Responde a la pregunta sobre la razón de ese nombre a uno de los salones del Palacio de Miraflores, sede del gobierno de Venezuela.
Palacio de Miraflores

En abril de 1974 llegué a la ciudad de Caracas. Formaba parte de la comitiva de graduados en Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Federico Villarreal de Lima, portadora de una alfombra de fina artesanía ayacuchana mandada tejer especialmente para obsequiarla al presidente de Venezuela, ciudadano Carlos Andrés Pérez, quien había aceptado ser padrino de aquella promoción. Yo no pertenecía a ella pero la integraba por invitación del catedrático jefe de la delegación.

El alojamiento tuvo lugar en un hotel de la Av. Urdaneta, precisamente al frente del Palacio de Miraflores, sede del gobierno. En la mañana siguiente al arribo y atendiendo la agenda, pasamos al palacio y fuimos recibidos por el edecán del mandatario quien era portador de las disculpas del presidente para recibir a la delegación en audiencia ese día. No se había ajustado con oportunidad este punto en agenda y no fue posible la entrevista.

Se nos invitó a un recorrido por los amplios y antiguos recintos de aquella casa, mientras el coronel que hacía de cicerone explicaba con claro dominio los detalles de la mansión y de cada uno de sus amplios recintos.

Las épocas, desde su erección por el general Joaquín Crespo (1841-1898) que ordenó su levantamiento como casa y posteriormente como sede gubernamental, tienen marcados los hitos históricos de sus moradores. Por ejemplo, resulta admirable y suntuoso el gran comedor de gala donde el presidente, general Juan Vicente Gómez (1857-1936) daba banquetes de lujo. Muebles y jarrones de la más preciada factura italiana, cristalería de Sevres, oleos de marcada belleza lo decoran. Era entonces conocida como La Casona.

Pero el salón Ayacucho, Sol del Perú o también Oro del Perú es el que llamó la atención de los visitantes, especialmente de quien tiene el gusto de narrar este asunto.

Un gran asiento colocado dando la espalda al clásico cuadro de Bolívar en el Chimborazo, del estupendo pintor venezolano Británico Antonio Salas Díaz, conocido como Tito Salas (1887-1974) resulta ser el solio del Libertador y que ocupa el mandatario que preside las ceremonias oficiales en los grandes acontecimientos nacionales. Domina el extremo o cabecera de aquel recinto. Al frente hay acomodo para considerable audiencia.


El celebre cuadro del Libertador y su autor don Tito Salas

Efectivamente, la riqueza decorativa de aquel recinto para las grandes ocasiones, de ellas la entrega de las insignias del mando al nuevo presidente de la nación, asombra a la par que agrada. Largo y hermoso, decorado con cornisas doradas, luce un techo donde se muestran, al fresco, pinturas alusivas a los hechos históricos de Venezuela. (En este punto resulta igual de admirable el Salón Elíptico del Parlamento o Congreso Nacional en el Parque Bolívar. Un techo que es una joya con los frescos y la policromía, al estilo Imperio, también de los pinceles de don Tito Salas, el pintor de los hechos históricos de Venezuela)


Sol del Perú
Al centro una decoración enmarcada dentro de una estrella muestra un gran sol naciente entre montañas y nubes. Esculpida en oro puro esta joya da el nombre a la más importante sala de palacio. Labor en oro laminado y cincelado. Salón Oro del Perú, también Salón Sol del Perú o Salón Ayacucho. Esta sala forma parte de la obra del arquitecto italiano conde Guissepi Orsi de Mambello que lo inició a pedido de don Joaquín Crespo en 1884. Pero es en 1900 cuando lo inaugura como palacio de la república don Cipriano Castro. Sería en épocas de don Antonio Guzmán Blanco cuando se colocaría aquel oro labrado en el techo.

Durante el segundo gobierno del general Andrés Cáceres (1886-1890) se habría producido el obsequio de este oro en bruto o pasta -unos 25 kilogramos- al mandatario general Antonio Guzmán Blanco por su apoyo moral al Perú durante la Guerra del Salitre (1879-1883). Se le hubo colocado como motivo principal en este techo del salón más importante de palacio de Miraflores. Una joya de altísimo valor intrínseco pero, además, importante valor heurístico.

En su Mensaje presentado al Congreso, correspondiente al año 1881, el general Guzmán Blanco expresó como sigue:

"Nada me he atrevido a hacer oficialmente para impedir el escándalo inaudito de la guerra entre Chile, Bolivia y el Perú. He temido un desaire ofensivo a nuestra dignidad, del que no hubiéramos podido vindicarnos por la distancia y las dificultades materiales que nos interceptan. Desgraciadamente Chile ocupa ya Lima, después de una gran batalla, más que grande, sangrienta.

El pueblo peruano ha luchado y lucha todavía heroicamente, con honor para el patriotismo de Sudamérica. Os doy el pésame por la violación del gran principio de la fraternidad americana.

Y como Jefe del Gobierno de Venezuela, denuncio en este documento la reivindicación del derecho de conquista y pido al Congreso, representante directo de la Nación, levante una protesta digna de nuestra historia, de nuestra gloria, y de la memoria de El Libertador
".

Aquí en resumen datos biográficos de este ilustre mandatario venezolano.



Antonio Guzmán-Blanco (1829-1899)

Militar, estadista, caudillo y político venezolano; presidente del país en tres ocasiones (1870-1877; 1879-1884, y 1886-1887)


Liberal a ultranza, Antonio Guzmán Blanco procedía del seno de una familia acomodada con importantes contactos políticos; hijo de Antonio Leocadio Guzmán, fundador del Partido Liberal y de Carlota Blanco Jerez de Aristiguieta, descendiente del libertador Simón Bolívar por parte de sus hermanas era, además, miembro de la aristocracia. Sus padres llevan origen andaluz, vasco y canario.

Licenciado en Derecho por la Universidad Central de Venezuela pasa a ejercer cargos diplomáticos ante los Estados Unidos de Norteamérica y Francia.

Desde el momento en que Venezuela se había separado de la Gran Colombia (1830), el país había sufrido clara discrepancia política determinada por los conservadores, quienes respaldaban mantener el orden colonial; y los liberales, quienes, como lo detalla la historiografía de Hispanoamérica promovieron en común la necesidad de cambios radicales. Este era el bando en el que tenía importante participación don Antonio Guzmán Blanco.

En 1859, las tensiones dieron paso a los conflictos y los irreconciliables rivales se confrontaron en una guerra de guerrillas. Es cuando Guzmán Blanco asumió la responsabilidad de llevar a las tropas liberales a lo largo de una serie de batallas y maniobras exitosas.

Depuesto, en algún tramo de la historia el presiente liberal, Guzmán Blanco en su calidad de vicepresidente se retira a Francia, de donde retornará dos años después a Venezuela, esta vez armado con un importante ejército. Depone al gobierno conservador y como resultado es reconocido supremo líder. Vuelto el liberalismo vuelve Guzmán Blanco como nuevo presidente del país, su hegemonía empieza.

Primer Gobierno (1870-1877)
Segundo Gobierno (1879-1884)
Tercer Gobierno (1886-1888)

En su tercer y último gobierno ganó la presidencia en las elecciones de 1885 para gobernar el bienio de 1886 hasta 1888. En 1887 enferma de gravedad y es llevado a París para ser examinado, queda provisionalmente en el poder al vice presidente Hermógenes López, pero Guzmán Blanco gobierna indirectamente desde París.

De su gobierno resaltan la creación de el Bolívar como moneda nacional; la instauración del Himno Nacional; el segundo censo nacional; la creación de la Gaceta Oficial; el ferrocarril entre Caracas y La Guaira; la fundación de la Academia Venezolana de la Lengua; el servicio telefónico entre Caracas y La Guaira; el fomento a la agricultura y a la educación; el estímulo al comercio; importantes obras públicas, entre ellos el Panteón Nacional, el Palacio Federal Legislativo, el Teatro Municipal, el Parque El Calvario, el Templo Masónico de Caracas, la Basílica de Santa Teresa, la Santa Capilla, la estatua ecuestre del Libertador en la Plaza Bolívar, la Plaza El Venezolano así como las fachadas del Palacio de las Academias y el Palacio de la Exhibición, Palacio Arzobispal de Caracas y la Iglesia de San Francisco entre otras edificaciones y obras civiles.

Su respaldo al Perú
Durante su gestión gubernativa expuso con claridad su posición frente a la invasión de Chile al Perú y su renuencia para aceptar la posición diplomática chilena muy en giro por Latinoamérica para la cesión de la provincia peruana de Tarapacá. Fue el único presidente latinoamericano que expresó su rechazo rotundo al llamado "derecho de conquista" que alegaba Chile para anexarse aquel territorio tomado durante la Guerra del Salitre (1879-1883).

El obsequio de pasta de oro durante la presidencia del general Andrés A. Cáceres (1836-1923), quien gobernó el Perú en tres períodos (1884-1885), (1886-1890) y (1894-1895) representa el reconocimiento de aquel amigo del Perú, testigo contemporáneo de la conflagración del Salitre entre 1879 y 1883.

 
Oro que luce espléndido en el salón que hemos detallado. 
Una importante avenida de Lima lleva su nombre, Avenida general Guzmán Blanco.

Muere en París en 1899. En agosto de 1999, luego de haberse cumplido un siglo de su fallecimiento, sus restos son llevados al Panteón Nacional de Venezuela.



Salón Oro del Perú en restauración

La gran sala se muestra, en momentos de su refacción en junio del año 2007, gráfico tomado del Blog CONSTRUARTE 065, que administra don Guillermo Meneses, al igual que los demás grabados que ofrecen al gran salón.

Fuentes y créditos

Notas de Viajes del autor.

Palabras del general Guzmán Blanco.- Memorias del Cautiverio. Francisco García Calderón. Librería Internacional del Perú. Lima, 1948. pp. 61
General Guzmán Blanco, tomado de Wikipedia.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Luis Montero y los Funerales de Atahualpa




Interesante trayectoria de un cuadro itinerante

El paso fugaz por la vida y la construcción de una celebridad, son las dos características de don Luis Montero Cáceres, pintor piurano, hijo de un comerciante de San Miguel de Piura, quien solicitó al quiteño José Anselmo Yáñez impartirle sus primeras lecciones de pintura. A los once años, en 1837, las recibe también del dibujante Robert Tiller, francés que purgaba delito por falsificación de moneda en la cárcel local.

Nuestro biografiado, aficionado temprano a las bellas artes, llegó al mundo en 1826 y lo dejaría 43 años después, una temprana partida en 1869 que si bien truncó para las artes nacionales la tarea de un productor excelso, no fue óbice para que legara aquella importante obra que ahora nos ocupa.

Es para 1843 cuando ingresa en la Academia de Dibujo y Pintura que regentaba en Lima desde fines de 1840 su paisano y notable maestro, don Ignacio Merino tan solo durante un semestre; Merino fue su primer maestro de pintura, lo fue también de Ipinza, Laso, Masías y Torrico. Pero la necesidad de recursos hace que Montero se dedique al comercio; es así que torna dependiente de una tienda de Lima y para 1847 dirigía un negocio en Ica.

Resulta anecdótico, cuando no verosímil, que aquel retrato que hizo en miniatura del general Ramón Castilla Marquesado, en 1848, entonces elevado como jefe de la junta de gobierno en 1844, fuera el origen de una beca para Montero. Mostrada, la diminuta pieza causó sensación por la precocidad artística de su autor y la fidelidad.

Se dispuso el monto de cuatrocientos soles mensuales y su partida a Italia para estudiar en firme las bellas artes. En Florencia, la medieval y legendaria ciudad toscana, ingresó en la academia de los maestros Guiseppe Bezzuoli y Benedetto Servolini.

En 1852, el Presidente José Rufino Echenique, sucesor de Castilla, posó para sus bastidores, esto es durante el gobierno que inició en 1851 y entonces renovó la pensión del artista. De esta forma Montero regresa por segunda vez a Europa, nuevamente a Florencia y pasa después a Francia; pero aquel beneficio culminó abruptamente con la batalla de La Palma (5 enero, 1855) la derrota de Echenique y su inmediata deposición por el victorioso jefe de la Restauración, el mismo general Castilla. Montero queda entonces sin recursos y retorna a Lima en 1856.

Su fama acreció en la capital peruana con la factura de retratos de personajes de la sociedad y temas de extracción clásica. No fue vasta la producción de Montero, por el contrario resultó escasa. En 1860 se realizó en Lima la primera exposición de pintura, y el artista participó presentando 19 cuadros que le valió una nueva beca del gobierno para que continuara sus estudios en Italia y Francia; radicó en Florencia, después viajó a Cuba, donde estableció un concurrido estudio en La Habana. Había vuelto por tercera vez a Europa.

Los Funerales de Atahualpa

En Florencia emprende su famosa obra, es allí donde con tesón y acusado acento academicista se ocupó de trasladar al lienzo y al óleo, en proporciones generosas, (350 x 430 cm) uno de los momentos dramáticos de la conquista del Perú: aquél cuando habrían tenido lugar las exequias del emperador inca para quien Pizarro ordenó vil garrote, pese haber obtenido el codicioso conquistador extremeño cuantioso rescate en oro, impresionante recaudo, posiblemente uno de los mayores que haya pagado cautivo alguno desde la más remota antigüedad.

El cuadro de proporciones generosas, hermosamente enmarcado, decorado en pan de oro lleva el nombre del acontecimiento histórico: Los Funerales de Atahualpa.

Ejecutado con factura académica de marcado dramatismo, conforme lo aseguran los expertos, efecto que tampoco pasa desapercibido para los profanos, resulta la versión histórica dada a conocer por cronistas de la conquista y explicados literariamente por Guillermo Prescott; pero usando, con libertad o licencia, de los cánones de la historia del arte elementos no correspondientes a la cultura inca ni ajustados a la raza cobriza del pueblo conquistado.

Con relación a estos mortales despojos imperiales, describe el hecho el historiador norteamericano Prescott en La Conquista del Perú:

[…] “indígenas” lloran y tratan de acercarse al cadáver del Hijo del Sol. Los soldados contienen al desordenado tropel de mujeres que interrumpen la ceremonia religiosa. Se celebraron sus exequias con gran solemnidad. Pizarro y los principales caballeros asistieron de luto, y las tropas escucharon con devota atención el oficio de difuntos, que celebró el padre Valverde. Interrumpieron la ceremonia muchos gritos y sollozos que se oyeron a las puertas de la iglesia, las cuales abriéndose de repente, dieron entrada a gran número de indias esposas y hermanas del difunto, que invadiendo la gran nave, rodearon el cuerpo diciendo que no era aquél el modo de celebrar los funerales de un inca y declarando su intención de sacrificarse sobre su tumba... Después las intimaron que se saliesen de la iglesia, y muchas de ellas al retirarse se suicidaron con la vana esperanza de acompañar a su amado señor en las brillantes mansiones del sol […]

De ello habría resultado esta versión pictórica que presentamos en dos partes, para ensayar alguna descripción por separado:


LAS CONCUBINAS, MUJERES Y HERMANAS DE ATAHUALPA

Con excepción del monarca, exangüe en su litera con ropajes ajustados al atuendo inca, con grilletes, aherrojado a su lecho mortuorio posiblemente para mantenerlo a salvo, las mujeres que plañen con desesperación son modelos latinas con atuendos latinos tomadas de la pintura en boga del siglo XVI. También las columnas, de forzada hechura contrastadas con los muros de clásicas hornacinas trapezoidales incásicas, son producto de imaginación y composición venidas en socorro.

Resulta justificada la necesidad de improvisar que tuvo Montero, dado que el conocimiento de la cultura inca no había alcanzado por entonces los niveles que hoy son de dominio general. Destacan otros aspectos sin embargo: Soberbio el porte de Pizarro, caballero de larga y canosa barba, que acusa la gravedad del momento vestido de oscuro, sombrero en mano; mientras activos y expresivos tonsurados dominicos rezan el responso; tan elocuente el gesto del prior Valverde que trata de convencer a una aflictiva concubina como enérgico el de los alabarderos para contener el tumulto que pugna por llegar al catafalco.


PIZARRO Y ATAHUALPA

Deseoso de exponer su obra, posiblemente bien calificada por la exigente y entendida critica florentina, Montero decide llevarla al Perú en 1867. Emprendió el largo recorrido desde tierra toscana por el Mediterráneo, con posible partida, lo decimos usando imaginativamente de algún lógico itinerario que tiene por partida Génova y escalas en Marsella, Barcelona y Cádiz para cruzar luego el proceloso Atlántico y tocar en Río de Janeiro donde, precedido de la fama, hubo de exponerla en el Teatro San Pedro con gran suceso y homenaje ofrecido por la colonia italiana. En Buenos Aires se exhibe el lienzo desde octubre de 1847 hasta febrero del siguiente año, allí se mantuvo el mayor espacio de tiempo registrado de ese lado de América del Sur; pasa luego a Montevideo. La recaudación ayudó en mucho a la transportación hasta el Pacífico y el puerto del Callao, donde arriba en septiembre de 1868.

La muestra en Lima tiene lugar en la Escuela Normal que registra la vista poco frecuente de 15 000 personas en muy corto tiempo.

Montero retribuyó la beca concedida por el Congreso de la República obsequiando el cuadro a esa corporación parlamentaria. Le fue otorgada una medalla, el premio de veinticinco mil soles y la pensión vitalicia de dos mil anuales.

Se dispone entonces la exhibición permanente de Los Funerales de Atahualpa en uno de los impresionantes espacios del Palacio de la Exposición. Allí, en ese recinto expresamente diseñado en Francia para la Exposición de Balta que tuvo lugar en Lima en 1872, quedaría fincada desde entonces su remota sede y registrado su detalle en inventarios.

En 1869, nuestro pintor preparaba su cuarto viaje a Europa; tenía en mente otro gran lienzo sobre otro tema de historia, La Rendición de Rodil, dramático episodio que tuvo como actor principal al brigadier español José Ramón Rodil y Gayoso en los albores de la independencia -militar que mantuvo firme la bandera española en los Castillos del Real Felipe dos años más allá de la batalla de Ayacucho- es en tales circunstancias de su partida cuando el artista es contagiado de la peligrosa y letal fiebre amarilla que azotó la costa peruana y el puerto del Callao.

Don Luis Montero Cáceres fallece produciendo consternación.

Pero aquel lienzo nacido en talleres florentinos por hábiles manos peruanas estaba destinado a otro viaje, esta vez uno forzado en hora aciaga para el país. En 1881, durante la ocupación de Lima, que habría de durar, desde el 17 de enero de 1881 hasta el 20 de octubre de 1883, la ciudad se vería despojada de importante acerbo patrimonial, entre ello el famoso cuadro que toma rumbo hasta Santiago del Nuevo Extremo, que es el nombre con que bautizó Valdivia a la capital de Chile.

Don Ricardo Palma Soriano, convertido en reconstructor por entonces de la Biblioteca de Lima, ahora Biblioteca Nacional, acude al criterio del presidente de Chile, Domingo Santa María con el que guardaba amistad y consigue la devolución del cuadro de Montero cinco años después de aquella forzada partida.

Ahora, 146 años después del viaje desde la lejana Florencia el óleo sobre lienzo, clasificado dentro del género conocido como pintura de historia, está sometido a una cuidadosa restauración por mano experta con la contribución internacional, en el Museo del Palacio de la Exposición, hoy Museo de Arte de Lima (MALI) que utiliza tecnología del momento y aceptando vistas del público. En mis años escolares aquel cuadro, o la única copia oficial que se ordenó, pendía, si mal no recuerdo, de la pared de la escalera que conducía a la hemeroteca ubicada en el sótano de la anterior sede de la Biblioteca Nacional en la avenida Abancay. Resultaba impresionante.

Notas académicas tomadas del brochure oficial:

• En el siglo XIX la pintura de historia, el género más prestigioso en la jerarquía de las artes plásticas, había ampliado su rango más allá de las tradicionales escenas de la Biblia o de la antigüedad clásica para abarcar episodios de otros períodos y lugares.

• El pintor Luis Montero (San Miguel de Piura, 1826 – Callao, 1869) fue uno de los primeros artistas americanos en intentar representar la historia local en su obra Los funerales de Atahualpa, cuya compleja composición integra de manera eficaz treinta y tres figuras.

• Esta gran pintura es reconocida así como una pieza inaugural de la pintura de historia en América del Sur.

• Por su enorme formato, su inédito tema local y el dramatismo de la escena representada, el cuadro cautivó a la crítica europea y americana. En el largo recorrido que la trajo de Florencia a Lima, dejó una amplia estela de influencia que tendría una importante repercusión en tanto en el desarrollo de la crítica de arte como en la de la pintura de historia de la región. Esta exposición, organizada con el Congreso de la República del Perú, busca conservar esta obra y recuperar su compleja historia. Un equipo internacional de investigadores trabaja ahora en Argentina, Brasil, Italia y Uruguay para dar forma a un libro documentado sobre esta pintura.

• Luis Montero Inspirados por una nueva concepción estética, los artistas nacidos tras la Independencia buscaron marcar una ruptura con la tradición del arte virreinal, para inscribirse en el ámbito cosmopolita de la pintura europea. Al igual que otros pintores de su época, como Francisco Laso o Ignacio Merino, Montero viajó a Europa en busca de la formación profesional que no podía recibir en su propio país, donde no existían entonces ni academias ni museos.

Con el apoyo del Gobierno, entre 1848 y 1850 realizó sus primeros estudios en Florencia con los maestros Guiseppe Bezzuoli y Benedetto Servolini. A su retorno al Perú en 1851 presentó El Perú libre, obra que obsequia al gobierno peruano, y La matanza de los inocentes, grandes lienzos que señalaban ya su madurez como pintor. Un segundo viaje lo lleva nuevamente a Italia, de donde pasa luego a La Habana, antes de regresar al Perú en 1859. Hacia 1862 emprende su tercer viaje a Italia. Montero solo volverá a Lima en 1868 para presentar lo que sería su obra maestra, el enorme lienzo de Los funerales de Atahualpa, que le consiguió la consagración definitiva. Poco después fallece en el Callao, víctima de la fiebre amarilla. Estaba por emprender nuevamente viaje a Europa, para realizar otra gran pintura de historia, La rendición de Rodil, una escena emblemática del fin del dominio español en América.

• La escena representada La elección del tema es el primer asunto que determina el éxito de un cuadro de historia.

Síntesis de la cronología del viaje del famoso cuadro

• Abril, 1867.- Los Funerales de Atahualpa se exhibe en el taller del pintor en Florencia. Poco después emprende el viaje a América del Sur.

• Agosto, 1867.- Se exhibe en el salón del teatro San Pedro en Río de Janeiro. La colonia italiana ofrece un banquete al pintor.

• Octubre, 1867.- En Buenos Aires se exhibe en el almacén de Fusoni Hnos. hasta fines de febrero del año siguiente. Pasa entonces a Montevideo.

• Septiembre, 1868.- Montero llega a Lima. Su cuadro se exhibe en la Escuela Normal hasta fines de octubre. Se estima que 15 000 personas visitaron la muestra.

• Noviembre, 1868.- Montero obsequia su cuadro al Congreso de la República.

• Julio, 1872.- Junto con otras obras procedentes de la Biblioteca Nacional la obra se instala en el Palacio de la Exposición. La imagen del cuadro ilustra el billete de 500 soles emitido por el Banco Nacional.

• 6 de junio, 1881.- El Alcalde de Lima, coronel Rufino Torrico, en oficio expresa: […] Lima, 6 de marzo de 1881.- Señor D. D. Melitón Porras. Director del Hospital de la Exposición. En sesión de la fecha y atendiendo a que la Municipalidad carece de fondos que se requieren para subvenir a los gastos que demanda el Hospital de Sangre de la Exposición; y que es de imperiosa necesidad procurar esos fondos, pues así lo exige un deber humanitario y patriota: se resuelve, acéptese la idea propuesta por el Sr. Dn. Pedro Bartinelli, director de dicho Hospital en el oficio que se acompaña y en consecuencia autorízase la venta del cuadro al óleo que representa la muerte de Atahualpa que existe en el local de la Exposición, para con su producto atender a dichos gastos pagando de preferencia las deudas que existen pendientes. Que me honro comunicar a UD. para su inteligencia y cumplimiento. Dios que a UD. (Firmado Rufino Torrico.)[…]

• Julio, 1881.- Lima, ocupada por tropas chilenas. El cuadro, junto a otras obras del Museo Nacional incluyendo El Perú Libre, de Montero, son llevadas a Chile.

• Enero, 1885.- Es devuelto al Perú por el presidente Domingo Santa María y la gestiones del jefe de la Biblioteca de Lima, don Ricardo Palma Soriano.

• Junio, 1885.- Se traslada temporalmente a la Biblioteca Nacional para ser copiado a tamaño original por el pintor belga W. Faget. En este lugar lo vería Rubén Darío, durante su visita a Lima en 1888.

• 1906.- Con otras piezas que integran la Galería Municipal de Pintura, se instala en una de las salas del Museo Nacional establecido en el Palacio de la Exposición donde permanece hasta hoy.

• 1935.- Se emite e sello postal con motivo del IV Centenario de la Fundación de la ciudad de Lima (Enero 18 1535 – 1935) con la estampa de los funerales.

• 2010.- MALI, Una Historia Recuperada: Los Funerales de Atahualpa de Luis Montero. Del 22 de octubre de 20 10 al 1 de mayo de 2011.

Dos muestras de la escasa producción de Montero:


RETRATO DE ANCIANO


VENUS DORMIDA

Créditos y Fuentes

La Conquista del Perú (1851). De Guillermo Hickling Prescott (1796–1859) Historiador norteamericano nacido en Salem, Massachusetts. Su abuelo Guillermo Prescott servido como coronel durante Guerra revolucionaria americana. Con problemas en un ojo por un accidente en la Universidad de Harvard, donde se graduó en 1814. Realizo un extendido viaje por Europa y a su vuelta se casó, abandonó la idea de la carrera legal para dedicarse a la literatura. Después de diez años del estudio, publicó en 1837 su Historia de Ferdinand e Isabella, que lo colocó de inmediato en un alto lugar dentro de los historiadores. En 1843 siguió con la Historia de la conquista de México, y en 1847 por la Conquista de Perú. Su obra en tres tomos sobre Felipe, III volumen apareció 1858, fue dejada inacabada. Un ataque de apología en 1859 fue la causa de su muerte.

Sus severos trabajos de investigación, le caracterizaron por una energía narrativa admirable, basados en sus propias investigaciones sobre documentos inéditos en archivos de España. Prescott era un hombre del carácter amable y benévolo; gozó de la amistad de muchos de los hombres más distinguidos de Europa así como de América. Su biblioteca especializada llegó a sumar millares de libros.

Trabajos publicados

La historia de Ferdinand y de Isabella

La conquista de España

La conquista de México

La conquista de Perú

La historia de Philip II

Diccionario Enciclopédico del Perú. Tomo III, Juan Mejía Baca. Lima, 1966.- Montero, Luis.

Diccionario Histórico Biográfico Peruanos Ilustres, Camila Estremadoyro Robles, Lima, 1987.

Internet

MALI (Museo de Arte de Lima)

http://www.mali.pe/agenda_detalle.php?id=8

http://www.jdiezarnal.com/artepinturafuneralesatahualpa.html

http://www.slideshare.net/ETNILUMIDAD/zz-2-15-luis-montero-caceres-pintor-peruano-n-30

http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/publicaciones/alma_mater/2000_n18-19/retrato.htm

http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/publicaciones/alma_mater/2000_n18-19/retrato1.htm

http://galeon.com/piuraylaconquista/atahualpa07.htm

http://www.ccsm-unmsm.edu.pe/arte/expo_miguel_garcia.htm

http://blog.pucp.edu.pe/item/115713/la-toma-de-cajamarca-y-la-captura-del-inca

viernes, 1 de octubre de 2010

Polígrafo y poliglota peruano

A don Domingo Díaz Cáceres



Don José Sebastián Barranca Lovera
(Acarí, Arequipa, 1830; Lima, 1909)


El apacible villorrio de Acarí, distrito de la antigua provincia de Camaná, actual de Caravelí, en el departamento de Arequipa, fue asiento de importantes familias españolas y posteriormente italianas, durante la colonia y los comienzos de la república. Posesión de ricas tierras para el cultivo en general, especialmente la vid, el algodón y abundante en la pesca de camarones a las márgenes del Acarí, habría de ser cuna de este sabio, destacado científico naturalista y maestro peruano, excepcionalmente ilustrado, uno de los primeros cuyas enseñanzas formaron las jóvenes generaciones sanmarquinas del Perú republicano del SXIX, en las ciencias, artes y cultura en general.

José Sebastián Barranca Lovera
Vino al mundo el 20 de enero de 1830. Hijo de don José Manuel Barranca y Cabello, de oficio arriero y la española doña Isabel Lovera. Este humilde origen sería sin duda el acicate para encumbrase en el mundo del saber universal en niveles poco frecuentes.

A los seis años fue trasladado a Ica y aprendió a leer bajo la dirección del maestro de escuela de Santiago, don Domingo Póveda para cursar de inmediato los estudios secundarios los que culmina en Lima en el año de 1846, en el colegio de don Manuel Suero, ubicado en la limeñísima calle Las Descalzas aledaña a la Plaza de Santa Ana.

Formado con diversos maestros, además, en el conservador Convictorio de San Carlos, mostró predilección por las matemáticas, las ciencias naturales, las lenguas clásicas y modernas en las que logró destacado dominio del latín, griego, castellano, quechua, aymará, francés, alemán e inglés, es decir, básicamente tomó posesión de la importante humanística que aquello reportaba y que demostraría su fecunda obra.

Doctor en ciencias en 1868, por la Universidad Mayor de San Marcos, es nombrado ese año profesor de griego y alta latinidad en el Colegio Nacional de Guadalupe; en 1869 asume la dirección del Museo de Historia Natural y a su vez la cátedra de Historia Natural en la facultad de ciencias. Dados sus dotes de hombre de ciencia, en 1872 el gobierno lo nombra naturalista y químico del Ministerio de Hacienda y Comercio, igualmente se le asigna el estudio de los depósitos de guano en Ica, rubro expectante de los ingresos fiscales de aquella época.

En 1876 es profesor de metalurgia en el Colegio de Ingenieros de Lima; en ese mismo año el botánico alemán Krempel Huber designa una especie nueva con el nombre de Lecidea Barrancae, en honor al sabio peruano.

La facultad de ciencias le encomienda la cátedra de química analítica y el Ministerio de Instrucción lo nombra profesor de química en el colegio Guadalupe. Colaboró en revistas nacionales y extranjeras, en especial de Berlín, dado su dominio del alemán, de allí que maestros de Alemania lo conocieran como "el sabio Barranca", mientras que en el Perú –nadie es profeta en su tierra- mantenía su vida anónima en su modesta casa de la calle la Huaquilla, en los barrios altos, rodeado de papeles, libros y disecciones.

El doctor Barranca además de poliglota, también por la vastedad de temas fue polígrafo ya que no era sólo el hombre de ciencia que sobresalió en idiomas, geología, mineralogía, paleontología, botánica, matemáticas, astronomía; etc., etc., que le produjo admiración y respeto en Europa, sino además filólogo, historiador, arqueólogo y poeta. Producto de esta última especialidad es que tradujo del quechua al castellano el drama Ollanta.

Bibliotecario del Colegio de Medicina (1849) y profesor de griego en el mismo instituto. Profesor de química (1857) y también de griego en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe (1863-1870) habría de ejercer la docencia desde 1851; incorporado a la facultad de ciencias de la Universidad de San Marcos enseñó paleontología (1872-1905); atendió con esmero a la conservación del Jardín Botánico de Lima al igual que del Museo Nacional. Fundó una Academia de Ciencias (1882-1892).

El doctor Barranca se cuenta entre los fundadores del Instituto Histórico del Perú (1905).

A raíz de la publicación del libro sobre la teoría del astrónomo alemán Rudolf Falb, en Lima, por O. Plücker, donde se predice un terremoto y maremoto en el Perú para 1869, publica a su vez, con el Dr. Martín Dulanto, un cuidadoso estudio dónde difunde la obra de Juan de Barrenechea.

Colaboró en El Siglo (1874-1879), órgano de difusión de la Sociedad Amigos del Saber; promovió la fundación de la Sociedad Amantes de la Ciencia (1881) y fue colaborador de su órgano de difusión Gaceta Científica. Fundó una Academia de Ciencias, donde impartió hasta 30 cursos distintos, algunos enseñados por primera vez en Perú.

Obtuvo su jubilación en 1905 y falleció en Lima el 4 de diciembre de 1909.

Obras
Ollanta, o la severidad de un padre y la clemencia de un rey (1868).

Informe sobre la teoría del astrónomo alemán Rudolf Falb acerca de los temblores y erupciones volcánicas (1869), en colaboración del Dr. Martín Dulanto.

Memorándum de los productos naturales peruanos que proceden de los tres reinos (1892).

Raíces Kichuas, en varios números del Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima.

Sus trabajos fueron compilados por Francisco E. Ruiz Alarco.

Períodos gubernamentales que le cupo vivir
De 1830-1909

Mariscal José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete. Primer Presidente de la República (1823; 1838/39).

Mariscal José Antonio de Sucre de Alcalá. Encargado del Mando, con plenos poderes, (1823) Grancolombiano. Cumaná.

Mariscal Simón Bolívar Palacios. Libertador del Perú, (1824/25) Grancolombiano. Caracas.

Doctor Hipólito Unánue Pavón. Presidente de la Junta de Gobierno (1825/26) Nacido en Arica.

Mariscal Andrés Santa Cruz Calahumana. Primer Gobierno. Presidente del Consejo de Gobierno, (1826/27), Protector (1836/37) Altoperuano. Nacido en Huarina, actual Bolivia cuando era el Alto Perú.

Don Manuel Salazar y Baquíjano. Gobernador Interino de la República y Encargado del Mando, (1827; 1828/29; 1834/35)

Mariscal Antonio Gutiérrez de La Fuente. Jefe Supremo, (1829; 1839) Encargado del Mando (1829, 1830/31)

Mariscal Agustín Gamarra Petrona. Primer Gobierno. Presidente de la República, (1829/33; 1838/40; 1840/41) Nacido en el Cusco.

Don Andrés Reyes y Buitrón. Presidente del Senado, Encargado del Mando (1831)

Don Manuel Tellería Vicuña. Presidente del Senado, Encargado del Mando (1832)

Doctor José Braulio del Campo-Redondo Cisneros. Vicepresidente del Senado, Encargado del Mando, (1833)

General Luis José de Orbegoso y Moncada. Presidente de la República (1834/36; 1837/38)

General Pedro Bermúdez Ascarta. Jefe Supremo Provisorio, (1834)

General Felipe Santiago Salaverry del Solar. Jefe Supremo (1835)

General Juan Bautista de Lavalle y Zugasti. Presidente del Consejo de Gobierno, Encargado del Mando (1835)

Mariscal Andrés de Santa Cruz Calahumana. Segundo Gobierno. Presidente del Consejo de Gobierno; (1826/27), Protector (1836/37)

General Pío Tristán y Moscoso. Presidente del Consejo de Gobierno (1837)

Doctor José María Galdeano de Mendoza. Presidente del Consejo de Gobierno (1838)

Mariscal Agustín Gamarra Petrona. Segundo Gobierno. Presidente de la República (1829/33; 1838/40, 1840/41)

Don Manuel Menéndez. Presidente del Consejo de Gobierno, Encargado del Mando (1840, 1841/42; 1844/45)

General Juan Crisóstomo Torrico González. Vicepresidente del Consejo. (1842)

General Francisco Vidal La Hoz. Segundo Vicepresidente del Consejo, Encargado del Mando (1842/43)

Doctor Justo Figuerola de Estrada. Vicepresidente del Consejo, Encargado del Mando (1843)

General Manuel Ignacio Vivanco de Iturralde. Supremo Director (1843)

Mariscal Domingo Nieto Márquez. Presidente de la Junta de Gobierno en el Sur (18443/44)

Don Domingo Elías Carbajo. Prefecto. Encargado del Mando del Norte (1843/44)

Mariscal Ramón Castilla Marquesado. Presidente de la República (1845/51; 1855/57; 1857/62) Nacido en Tarapacá.

General Miguel Medina. Presidente del Consejo, Encargado del Mando (1854)


Mariscal Ramón Castilla Marquesado. Segundo Gobierno. Presidente de la República (1845/51; 1855/57, 1857/62)

General José María Raygada Gallo. Presidente del Consejo de Ministros, Encargado del Mando (1857/58)

Doctor Juan Manuel del Mar Raygada. Vicepresidente del Consejo, Encargado del mando (1862/63)

Mariscal Miguel San Román Mez. Presidente de la República (1862/63)

General Pedro Diez-Canseco Corbacho. Presidente del Consejo. Segundo vicepresidente del Consejo, Encargado del Mando (1863; *-; 1865; 1868)

General Juan Antonio Pezet Rodríguez. Primer Vicepresidente del Consejo, Encargado del Mando (1863/65)

General Mariano Ignacio Prado Ochoa.- Primer Gobierno. Presidente de la República 1865/68; 1876/79) (Huánuco, 18 julio 1826-París, Francia, 1901)

General Luis La Puerta de Mendoza. Vicepresidente del Consejo, Encargado del Mando (1867/68, 1879)

Coronel José Balta Montero. Presidente de la República (1868/72)

Coronel Tomás Gutiérrez Rojas. Dictador, (1872)

Coronel Manuel Herencia Zevallos. Primer Vicepresidente del Consejo, Encargado del Mando (1872)

Don Manuel Pardo y Lavalle. Presidente de la República (1872/76)

Don Manuel Costas. Primer Vicepresidente del Consejo, Encargado del Mando (1874/75)

General Mariano Ignacio Prado Ochoa. Segundo Gobierno. Presidente de la República (1865/68; 1876/79)

General Luis La Puerta de Mendoza. Vicepresidente del Consejo, Encargado del mando (1879, 1867/68, 1879)

Don Nicolás de Pierola Villena. Primer Gobierno. Presidente de la República (1879/81; 1895/99)

Doctor Francisco García Calderón Landa. Encargado del Mando Supremo (1881) Nació en Arequipa el 2 de abril de 1834.

Contralmirante Lizardo Montero Flores. Encargado del Mando de Arequipa (1881/83)

General Manuel Iglesias Pino. Presidente de la República (1883/86)

Doctor Antonio Arenas Merino. Presidente de la Junta de Gobierno, Encargado del Mando (1885/86)

General Andrés Avelino Cáceres Dorregaray. 1. y 2. Gobiernos. Presidente de la República (1886/90; 1894/95)

General Remigio Morales Bermúdez. Presidente de la República (1890/1894)

General Justiniano Borgoño Castañeda. Segundo Vicepresidente, Encargado del Mando (1894)

Don Manuel Candamo Iriarte. Presidente de la República (1895, 1903/1904)

Don Nicolás de Pierola Villena. Segundo Gobierno. Presidente de la República (1879/81, 1895/99)

Don Eduardo López de La Romaña Alvisuri. Presidente de la República (1899/03)

Doctor Serapio Calderón Chirinos. Segundo Vicepresidente, Encargado del Mando (1904)

Doctor José Pardo y Barreda. Primer Gobierno. Presidente de la República (1904/08, 1915/19)

Don Augusto B. Leguía Salcedo. Primer Gobierno. Presidente de la República (1908/12, 1919/30)

Créditos y fuentes:
Diccionario Histórico del Perú, Lima, 1966. Editorial Juan Mejía Baca.

INTERNET

Efigie:
Cortesía del señor Domingo Díaz Cáceres 

sábado, 16 de enero de 2010

Los intereses ajenos

Con relación a la legalización del consumo de la droga




Erythroxylum coca

Una paradoja se plantea en esta larguísima lucha contra el consumo de drogas, en especial la cocaína que tiene relación con el producto ancestral del Perú: la coca; mientras la utópica lucha para erradicar su producción y distribución crece, el precio del alcaloide que se extrae de ella aumenta, las pérdidas de vida son superiores al que causaría la propia droga y su consumo, en vez de disminuir, incrementa.

La necesidad de consumir, al margen de las causas que la producen, es un imperativo que, por lo experimentado, no se puede reprimir con leyes de tutela civil o coerción penal, es consecuencia de los hábitos, las costumbres y la educación doméstica, es pues un asunto de moral. La prostitución, el hábito de fumar, el de consumir bebidas alcohólicas y otros vicios exógenos son consustanciales con la rutina, el tráfago propio de la vida urbana y los tiempos.

La lucha de erradicación de los vicios del hombre, en este caso el de la cocaína, resulta un esfuerzo engañosamente legal que entraña, en su esencia, un método criminal pues empuja a la consecución de más gasto en dinero y recursos, fomenta pérdidas de vida, produce el alto precio del producto, consecuencia de la represión frente a una demanda de consumidores en crecimiento; así de paradójico se plantea el tema.

Finalmente, los únicos enemigos de la legalización serían los narcotraficantes quienes temerían que al vulgarizarse el consumo de una droga de alta calidad certificada por el Estado, auxiliada por la salud pública con programas de atención y moderación, vean los precios tirados por los suelos y sus ganancias hecho polvo.

Otro caso es el del opio, gran patrimonio del Afganistán, celosamente defendido por los naturales de la voracidad de los eternos ingleses, los rusos y los norteamericanos, empeñados en una cruzada contra el terrorismo.

Es el de las drogas un tema de gran sensibilidad.
Veamos algunas opiniones. Destacamos el artículo, recientemente publicado en el Diario El Comercio, del escritor hispano-peruano, Mario Vargas Llosa quien fundamenta experiencias que deberían tomarse en cuenta sobre las razones que a su juicio comprenden esta legalización.

A favor


El otro Estado



Por: Mario Vargas Llosa Escritor


Hace algún tiempo escuché al presidente de México, Felipe Calderón, explicar a un grupo reducido de personas, qué lo llevó hace tres años a declarar la guerra total al narcotráfico, involucrando en ella al Ejército. Esta guerra, feroz, ha dejado ya más de quince mil muertos, incontables heridos y daños materiales enormes.

El panorama que el presidente Calderón trazó era espeluznante. Los cárteles se habían infiltrado como una hidra en todos los organismos del Estado y los sofocaban, corrompían, paralizaban o los ponían a su servicio. Contaban para ello con una formidable maquinaria económica, que les permitía pagar a funcionarios, policías y políticos mejores salarios que la administración pública y una infraestructura de terror capaz de liquidar a cualquiera, no importa cuán protegido estuviera. Dio algunos ejemplos de casos donde se comprobó que los candidatos finalistas de concursos para proveer vacantes en cargos oficiales importantes relativos a la seguridad habían sido previamente seleccionados por la mafia.

La conclusión era simple: si el gobierno no actuaba de inmediato y con la máxima energía México corría el riesgo de convertirse en poco tiempo en un narcoestado. La decisión de incorporar al Ejército, explicó, no fue fácil, pero no había alternativa: era un cuerpo preparado para pelear y relativamente intocado por el largo brazo corruptor de los cárteles.

¿Esperaba el presidente Calderón una reacción tan brutal de las mafias? ¿Sospechaba que el narcotráfico estuviera equipado con un armamento tan mortífero y un sistema de comunicaciones tan avanzado que le permitiera contraatacar con tanta eficacia a las Fuerzas Armadas? Respondió que nadie podía haber previsto semejante desarrollo de la capacidad bélica de los narcos. Estos iban siendo golpeados, pero, había que aceptarlo, la guerra duraría y en el camino quedarían por desgracia muchas víctimas.

Esta política de Felipe Calderón que, al comienzo, fue popular, ha ido perdiendo respaldo a medida que las ciudades mexicanas se llenaban de muertos y heridos y la violencia alcanzaba indescriptibles manifestaciones de horror. Desde entonces, las críticas han aumentado y las encuestas de opinión indican que ahora una mayoría de mexicanos es pesimista sobre el desenlace y condena esta guerra.

Los argumentos de los críticos son, principalmente, los siguientes: no se declaran guerras que no se pueden ganar. El resultado de movilizar al Ejército en un tipo de contienda para la que no ha sido preparado tendrá el efecto perverso de contaminar a las Fuerzas Armadas con la corrupción y dará a los cárteles la posibilidad de instrumentalizar también a los militares para sus fines. Al narcotráfico no se le debe enfrentar de manera abierta y a plena luz, como a un país enemigo: hay que combatirlo como él actúa, en las sombras, con cuerpos de seguridad sigilosos y especializados, lo que es tarea policial.

Muchos de estos críticos no dicen lo que de veras piensan, porque se trata de algo indecible: que es absurdo declarar una guerra que los cárteles de la droga ya ganaron. Que ellos están aquí para quedarse. Que, no importa cuántos capos y forajidos caigan muertos o presos ni cuántos alijos de cocaína se capturen, la situación solo empeorará. A los narcos caídos los reemplazarán otros, más jóvenes, más poderosos, mejor armados, más numerosos, que mantendrán operativa una industria que no ha hecho más que extenderse por el mundo desde hace décadas, sin que los reveses que recibe la hieran de manera significativa.

Esta verdad vale no solo para México sino para buena parte de los países latinoamericanos. En algunos, como en Colombia, Bolivia y el Perú avanza a ojos vista y en otros como Chile y Uruguay de manera más lenta. Pero se trata de un proceso irresistible que, pese a las vertiginosas sumas de recursos y esfuerzos que se invierten en combatirlo, sigue allí, vigoroso, adaptándose a las nuevas circunstancias, sorteando los obstáculos que se le oponen con una rapidez notable, y sirviéndose de las nuevas tecnologías y de la globalización como lo hacen las más desarrolladas transnacionales del mundo.

El problema no es policial sino económico. Hay un mercado para las drogas que crece de manera imparable, tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados, y la industria del narcotráfico lo alimenta porque le rinde pingües ganancias. Las victorias que la lucha contra las drogas puede mostrar son insignificantes comparadas con el número de consumidores en los cinco continentes. Y afecta a todas las clases sociales. Los efectos son tan dañinos en la salud como en las instituciones. Y a las democracias del Tercer Mundo, como un cáncer, las va minando.

¿No hay, pues, solución? ¿Estamos condenados a vivir más tarde o más temprano, con narcoestados como el que ha querido impedir el presidente Felipe Calderón? La hay. Consiste en descriminalizar el consumo de drogas mediante un acuerdo de países consumidores y países productores, tal como vienen sosteniendo “The Economist” y buen número de juristas, profesores, sociólogos y científicos en muchos países del mundo sin ser escuchados. En febrero del 2009, una Comisión sobre Drogas y Democracia creada por tres ex presidentes, Fernando Henrique Cardoso, César Gaviria y Ernesto Zedillo, propuso la descriminalización de la marihuana y una política que privilegie la prevención sobre la represión. Estos son indicios alentadores.

La legalización entraña peligros, desde luego. Y, por eso, debe ser acompañada de un redireccionamiento de las enormes sumas que hoy día se invierten en la represión, destinándolas a campañas educativas y políticas de rehabilitación e información como las que, en lo relativo al tabaco, han dado tan buenos resultados. El argumento según el cual la legalización atizaría el consumo como un incendio, sobre todo entre los jóvenes y niños, es válido, sin duda. Pero lo probable es que se trate de un fenómeno pasajero y contenible si se lo contrarresta con campañas efectivas de prevención. De hecho, en países como Holanda donde se han dado pasos permisivos en el consumo de las drogas, el incremento ha sido fugaz y luego de un cierto tiempo se ha estabilizado. En Portugal, según un estudio del CATO Institute, el consumo disminuyó después que se descriminalizara la posesión de drogas para uso personal.

¿Por qué los gobiernos, que día a día comprueban lo costosa e inútil que es la política represiva, se niegan a considerar la descriminalización y a hacer estudios con participación de científicos, trabajadores sociales, jueces y agencias especializadas sobre los logros y consecuencias que ella traería? Porque, como lo explicó hace 20 años Milton Friedman, quien se adelantó a advertir la magnitud que alcanzaría el problema si no se lo resolvía a tiempo y a sugerir la legalización, intereses poderosos lo impiden. No solo quienes se oponen a ella por razones de principio. El obstáculo mayor son los organismos y personas que viven de la represión de las drogas, y que, como es natural, defienden con uñas y dientes su fuente de trabajo. No son razones éticas, religiosas o políticas sino el crudo interés el obstáculo mayor para acabar con la arrolladora criminalidad asociada al narcotráfico, la mayor amenaza para la democracia en América Latina, más aún que el populismo autoritario de Hugo Chávez y sus satélites.

Lo que ocurre en México es trágico y anuncia lo que empezarán a vivir tarde o temprano los países que se empeñen en librar una guerra ya perdida contra ese otro Estado que ha ido surgiendo delante de nuestras narices sin que quisiéramos verlo.

Lima, enero del 2010

http://elcomercio.pe/impresa/notas/otro-estado/20100110/395025


Otras opiniones a favor

http://www.ysilosmatamos.com/razones-legalizar-consumo-drogas


http://www.liberalismo.org/articulo/131/53/diez/razones/legalizar/drogas/


http://www.teleley.com/articulos/art-22007.pdf


En contra

http://www.hiperactivos.com/legalizar.shtml

http://www.diariolaprimeraperu.com/online/locales/rechazan-legalizacion-de-drogas-en-el-per_32548.html


El Vaticano

http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/hlthwork/documents/rc_pc_hlthwork_doc_20011101_chiesa-droga-presentation_sp.html

En controversia

http://www.lostiempos.com/diario/opiniones/editorial/20100113/la-legalizacion-de-las-drogas-en-debate_53383_94386.html


Coca y cocaína; importantes datos históricos y científicos; por Víctor Montoya

http://sincronia.cucsh.udg.mx/cocay.htm


Lima 16 de enero; 2010.