lunes, 30 de junio de 2008

El maletilla

A don Fernando Marcet Salazar y mi amigo de Melilla, España don Curro Vásquez





Maletilla. (De maleta, mal torero). com. Persona joven que, desasistida de medios y de ayudas, aspira a abrirse camino en el toreo comenzando a practicarlo, a veces, en las ganaderías o procurando intervenir en tientas, capeas, becerradas, etc. (RAE)






-¡Salió la luna! Ahora a lo nuestro... ¡Vamos!, ¡Un momento!, ¡Alto, aguardad que alguien viene!

Una pareja de guardias civiles se acerca al paso de sus cabalgaduras, los sables colgados del tahalí, las tercerolas en las fundas junto al morral; tocados, como siempre, de ese castizo sombrero de dos picos que semeja montera de torero; una mano a las riendas y un brazo en jarras... pronto se pierde la ronda en los recodos del camino.

-Me gusta, hombre, algún día me metería a guardia civil... ¡Vamos, seguidme! susurró con mando el oculto mozalbete.

Del matorral cercano, al plenilunio, sigilosos aparecen tres pillastres de formas, hablar y similar aspecto de nuestro amigo. Se le unen y desvisten cuidadosos. Todo un rito, luego con el hatillo de sus pobres ropas en alto ingresa la tropilla a las frías aguas y ensaya el largo vado que aunque de poco caudal presenta considerable fondo...

-Qué hermosa luna y que bellos esos toros, especialmente aquél que está atento de nosotros...

Quien así divaga entre susurros y pensamientos, es un mozalbete algo mayor de diez años, delgado y vivaz, con aquellos ojos y pelo negros como los hay muchos por Andalucía.

De la orilla del frente una cerca deja entrever algunas reses que otean la presencia humana... un mozuelo termina el vado y oculta el bulto..., otro también y así, de uno en uno llegan en experta acción encubierta por aquel recodo algo más allá de la orilla; de allí hasta la cerca de espinosa y crecida zarza hay muy corta distancia a los potreros. Del otro lado, la extensa pastura y las suaves colinas donde se guardan, con celo y cuidado, los valiosos erales para la Feria de Córdoba, en mayo, cuando viste de gala el coso de Los Califas.


Con marcado tino Juanete, como le apodan sus compañeros de aventura, salva con habilidad, por el mejor sitio, aquella cerca protegida con el seto de espinos y después de salir de esos agudos embarazos escoge el magnífico burel, mejor dicho aquél que receloso permanece atento de la evolución de los extraños, ahora, con algún mugido escarba el pasto... Juanete se coloca en suerte le extiende el trapo que hace de capote y cita al astado.

Arrancase éste con el estrépito de su gran peso y el niño lo recibe con una navarra de pintura. Un olé... sordo deja escapar el menudo público protegido del otro lado del cerco que improvisa un burladero... un ruido mayor del necesario y acudirían los peones armados con sus trabucos y con sus perros... la cosa sería peligrosa y la vida estaría entonces en juego, sea por el toro bravo, las tarascadas de los fieros canes acostumbrados a saltar a la yugular, o las postas de los trabucos... pero, ¿Acaso no valieran la pena ¡Hombre! todas esas simplezas por unos instantes de toreo? ese afán de lidiar tan marcado, es irresistible. La ocasión se pinta sola y ahora conjugan luna, buen ganado, el sabor de la aventura... que perder la vida parecería negocio secundario.

Los toros aprenden rápido y resulta criminal llevar a la plaza toros capeados... de allí que la prohibición de hacerlo apuntaba directamente a los menudos y pobretes hijos del pueblo, a los maletillas que jugándose el pellejo malogran al toro bravo; pues orden había para disparar a matar de saberlos toreando, mejor dicho cuando hurtaban al destino un lindo toro.

Una considerable parte de los peones, como siempre, hacía la guardia y estos mozuelos como en todos los tiempos y ocasiones en la vasta cuenca del Guadalquivir se daban maña para torear en clandestino. Cuántos habían pagado caro su afición. Si esta desdicha sucedía el llanto de las madres en los depósitos de cadáveres y los velorios era conmovedor... Pero la ley establecía con rígida severidad la suerte de los maletillas y nada abogaba en favor de este oficio que era un paso a la muerte por doble partida... otra navarra y cambio de capa a muleta; recibe al cárdeno por naturales y remata de pecho. Olés y aplausos sordos.

La luna brilla por todo lo alto, es la dicha...

De pronto unos ladridos, voces de alarma, un tropel que se acerca y nuestra menuda granujería pone pies en polvorosa buscando el socorro del río cuya orilla está cercana…

Juanete quiere una suerte más y no escucha o no quiere escuchar las voces de los que arrancan y, por el contrario, se prepara para otro lance… los perros ya están cerca, siguen a la jauría un par de peones con sus armas listas…

-¡Que te pillan Juanetillo, salta hermano, salta ya!

Firme, el muchachito tiende la muleta, tiempla y carga la suerte… se arranca el toro; fatal resuena un disparo, hay un revuelo de cuervos y lechuzas en el matorral y entre jirones de negros nubarrones la luna, al ocultarse, parece que se conduele…






Autor : Luis Siabala Valer.- Pando; 29/VI/2008