domingo, 21 de noviembre de 2010

Luis Montero y los Funerales de Atahualpa




Interesante trayectoria de un cuadro itinerante

El paso fugaz por la vida y la construcción de una celebridad, son las dos características de don Luis Montero Cáceres, pintor piurano, hijo de un comerciante de San Miguel de Piura, quien solicitó al quiteño José Anselmo Yáñez impartirle sus primeras lecciones de pintura. A los once años, en 1837, las recibe también del dibujante Robert Tiller, francés que purgaba delito por falsificación de moneda en la cárcel local.

Nuestro biografiado, aficionado temprano a las bellas artes, llegó al mundo en 1826 y lo dejaría 43 años después, una temprana partida en 1869 que si bien truncó para las artes nacionales la tarea de un productor excelso, no fue óbice para que legara aquella importante obra que ahora nos ocupa.

Es para 1843 cuando ingresa en la Academia de Dibujo y Pintura que regentaba en Lima desde fines de 1840 su paisano y notable maestro, don Ignacio Merino tan solo durante un semestre; Merino fue su primer maestro de pintura, lo fue también de Ipinza, Laso, Masías y Torrico. Pero la necesidad de recursos hace que Montero se dedique al comercio; es así que torna dependiente de una tienda de Lima y para 1847 dirigía un negocio en Ica.

Resulta anecdótico, cuando no verosímil, que aquel retrato que hizo en miniatura del general Ramón Castilla Marquesado, en 1848, entonces elevado como jefe de la junta de gobierno en 1844, fuera el origen de una beca para Montero. Mostrada, la diminuta pieza causó sensación por la precocidad artística de su autor y la fidelidad.

Se dispuso el monto de cuatrocientos soles mensuales y su partida a Italia para estudiar en firme las bellas artes. En Florencia, la medieval y legendaria ciudad toscana, ingresó en la academia de los maestros Guiseppe Bezzuoli y Benedetto Servolini.

En 1852, el Presidente José Rufino Echenique, sucesor de Castilla, posó para sus bastidores, esto es durante el gobierno que inició en 1851 y entonces renovó la pensión del artista. De esta forma Montero regresa por segunda vez a Europa, nuevamente a Florencia y pasa después a Francia; pero aquel beneficio culminó abruptamente con la batalla de La Palma (5 enero, 1855) la derrota de Echenique y su inmediata deposición por el victorioso jefe de la Restauración, el mismo general Castilla. Montero queda entonces sin recursos y retorna a Lima en 1856.

Su fama acreció en la capital peruana con la factura de retratos de personajes de la sociedad y temas de extracción clásica. No fue vasta la producción de Montero, por el contrario resultó escasa. En 1860 se realizó en Lima la primera exposición de pintura, y el artista participó presentando 19 cuadros que le valió una nueva beca del gobierno para que continuara sus estudios en Italia y Francia; radicó en Florencia, después viajó a Cuba, donde estableció un concurrido estudio en La Habana. Había vuelto por tercera vez a Europa.

Los Funerales de Atahualpa

En Florencia emprende su famosa obra, es allí donde con tesón y acusado acento academicista se ocupó de trasladar al lienzo y al óleo, en proporciones generosas, (350 x 430 cm) uno de los momentos dramáticos de la conquista del Perú: aquél cuando habrían tenido lugar las exequias del emperador inca para quien Pizarro ordenó vil garrote, pese haber obtenido el codicioso conquistador extremeño cuantioso rescate en oro, impresionante recaudo, posiblemente uno de los mayores que haya pagado cautivo alguno desde la más remota antigüedad.

El cuadro de proporciones generosas, hermosamente enmarcado, decorado en pan de oro lleva el nombre del acontecimiento histórico: Los Funerales de Atahualpa.

Ejecutado con factura académica de marcado dramatismo, conforme lo aseguran los expertos, efecto que tampoco pasa desapercibido para los profanos, resulta la versión histórica dada a conocer por cronistas de la conquista y explicados literariamente por Guillermo Prescott; pero usando, con libertad o licencia, de los cánones de la historia del arte elementos no correspondientes a la cultura inca ni ajustados a la raza cobriza del pueblo conquistado.

Con relación a estos mortales despojos imperiales, describe el hecho el historiador norteamericano Prescott en La Conquista del Perú:

[…] “indígenas” lloran y tratan de acercarse al cadáver del Hijo del Sol. Los soldados contienen al desordenado tropel de mujeres que interrumpen la ceremonia religiosa. Se celebraron sus exequias con gran solemnidad. Pizarro y los principales caballeros asistieron de luto, y las tropas escucharon con devota atención el oficio de difuntos, que celebró el padre Valverde. Interrumpieron la ceremonia muchos gritos y sollozos que se oyeron a las puertas de la iglesia, las cuales abriéndose de repente, dieron entrada a gran número de indias esposas y hermanas del difunto, que invadiendo la gran nave, rodearon el cuerpo diciendo que no era aquél el modo de celebrar los funerales de un inca y declarando su intención de sacrificarse sobre su tumba... Después las intimaron que se saliesen de la iglesia, y muchas de ellas al retirarse se suicidaron con la vana esperanza de acompañar a su amado señor en las brillantes mansiones del sol […]

De ello habría resultado esta versión pictórica que presentamos en dos partes, para ensayar alguna descripción por separado:


LAS CONCUBINAS, MUJERES Y HERMANAS DE ATAHUALPA

Con excepción del monarca, exangüe en su litera con ropajes ajustados al atuendo inca, con grilletes, aherrojado a su lecho mortuorio posiblemente para mantenerlo a salvo, las mujeres que plañen con desesperación son modelos latinas con atuendos latinos tomadas de la pintura en boga del siglo XVI. También las columnas, de forzada hechura contrastadas con los muros de clásicas hornacinas trapezoidales incásicas, son producto de imaginación y composición venidas en socorro.

Resulta justificada la necesidad de improvisar que tuvo Montero, dado que el conocimiento de la cultura inca no había alcanzado por entonces los niveles que hoy son de dominio general. Destacan otros aspectos sin embargo: Soberbio el porte de Pizarro, caballero de larga y canosa barba, que acusa la gravedad del momento vestido de oscuro, sombrero en mano; mientras activos y expresivos tonsurados dominicos rezan el responso; tan elocuente el gesto del prior Valverde que trata de convencer a una aflictiva concubina como enérgico el de los alabarderos para contener el tumulto que pugna por llegar al catafalco.


PIZARRO Y ATAHUALPA

Deseoso de exponer su obra, posiblemente bien calificada por la exigente y entendida critica florentina, Montero decide llevarla al Perú en 1867. Emprendió el largo recorrido desde tierra toscana por el Mediterráneo, con posible partida, lo decimos usando imaginativamente de algún lógico itinerario que tiene por partida Génova y escalas en Marsella, Barcelona y Cádiz para cruzar luego el proceloso Atlántico y tocar en Río de Janeiro donde, precedido de la fama, hubo de exponerla en el Teatro San Pedro con gran suceso y homenaje ofrecido por la colonia italiana. En Buenos Aires se exhibe el lienzo desde octubre de 1847 hasta febrero del siguiente año, allí se mantuvo el mayor espacio de tiempo registrado de ese lado de América del Sur; pasa luego a Montevideo. La recaudación ayudó en mucho a la transportación hasta el Pacífico y el puerto del Callao, donde arriba en septiembre de 1868.

La muestra en Lima tiene lugar en la Escuela Normal que registra la vista poco frecuente de 15 000 personas en muy corto tiempo.

Montero retribuyó la beca concedida por el Congreso de la República obsequiando el cuadro a esa corporación parlamentaria. Le fue otorgada una medalla, el premio de veinticinco mil soles y la pensión vitalicia de dos mil anuales.

Se dispone entonces la exhibición permanente de Los Funerales de Atahualpa en uno de los impresionantes espacios del Palacio de la Exposición. Allí, en ese recinto expresamente diseñado en Francia para la Exposición de Balta que tuvo lugar en Lima en 1872, quedaría fincada desde entonces su remota sede y registrado su detalle en inventarios.

En 1869, nuestro pintor preparaba su cuarto viaje a Europa; tenía en mente otro gran lienzo sobre otro tema de historia, La Rendición de Rodil, dramático episodio que tuvo como actor principal al brigadier español José Ramón Rodil y Gayoso en los albores de la independencia -militar que mantuvo firme la bandera española en los Castillos del Real Felipe dos años más allá de la batalla de Ayacucho- es en tales circunstancias de su partida cuando el artista es contagiado de la peligrosa y letal fiebre amarilla que azotó la costa peruana y el puerto del Callao.

Don Luis Montero Cáceres fallece produciendo consternación.

Pero aquel lienzo nacido en talleres florentinos por hábiles manos peruanas estaba destinado a otro viaje, esta vez uno forzado en hora aciaga para el país. En 1881, durante la ocupación de Lima, que habría de durar, desde el 17 de enero de 1881 hasta el 20 de octubre de 1883, la ciudad se vería despojada de importante acerbo patrimonial, entre ello el famoso cuadro que toma rumbo hasta Santiago del Nuevo Extremo, que es el nombre con que bautizó Valdivia a la capital de Chile.

Don Ricardo Palma Soriano, convertido en reconstructor por entonces de la Biblioteca de Lima, ahora Biblioteca Nacional, acude al criterio del presidente de Chile, Domingo Santa María con el que guardaba amistad y consigue la devolución del cuadro de Montero cinco años después de aquella forzada partida.

Ahora, 146 años después del viaje desde la lejana Florencia el óleo sobre lienzo, clasificado dentro del género conocido como pintura de historia, está sometido a una cuidadosa restauración por mano experta con la contribución internacional, en el Museo del Palacio de la Exposición, hoy Museo de Arte de Lima (MALI) que utiliza tecnología del momento y aceptando vistas del público. En mis años escolares aquel cuadro, o la única copia oficial que se ordenó, pendía, si mal no recuerdo, de la pared de la escalera que conducía a la hemeroteca ubicada en el sótano de la anterior sede de la Biblioteca Nacional en la avenida Abancay. Resultaba impresionante.

Notas académicas tomadas del brochure oficial:

• En el siglo XIX la pintura de historia, el género más prestigioso en la jerarquía de las artes plásticas, había ampliado su rango más allá de las tradicionales escenas de la Biblia o de la antigüedad clásica para abarcar episodios de otros períodos y lugares.

• El pintor Luis Montero (San Miguel de Piura, 1826 – Callao, 1869) fue uno de los primeros artistas americanos en intentar representar la historia local en su obra Los funerales de Atahualpa, cuya compleja composición integra de manera eficaz treinta y tres figuras.

• Esta gran pintura es reconocida así como una pieza inaugural de la pintura de historia en América del Sur.

• Por su enorme formato, su inédito tema local y el dramatismo de la escena representada, el cuadro cautivó a la crítica europea y americana. En el largo recorrido que la trajo de Florencia a Lima, dejó una amplia estela de influencia que tendría una importante repercusión en tanto en el desarrollo de la crítica de arte como en la de la pintura de historia de la región. Esta exposición, organizada con el Congreso de la República del Perú, busca conservar esta obra y recuperar su compleja historia. Un equipo internacional de investigadores trabaja ahora en Argentina, Brasil, Italia y Uruguay para dar forma a un libro documentado sobre esta pintura.

• Luis Montero Inspirados por una nueva concepción estética, los artistas nacidos tras la Independencia buscaron marcar una ruptura con la tradición del arte virreinal, para inscribirse en el ámbito cosmopolita de la pintura europea. Al igual que otros pintores de su época, como Francisco Laso o Ignacio Merino, Montero viajó a Europa en busca de la formación profesional que no podía recibir en su propio país, donde no existían entonces ni academias ni museos.

Con el apoyo del Gobierno, entre 1848 y 1850 realizó sus primeros estudios en Florencia con los maestros Guiseppe Bezzuoli y Benedetto Servolini. A su retorno al Perú en 1851 presentó El Perú libre, obra que obsequia al gobierno peruano, y La matanza de los inocentes, grandes lienzos que señalaban ya su madurez como pintor. Un segundo viaje lo lleva nuevamente a Italia, de donde pasa luego a La Habana, antes de regresar al Perú en 1859. Hacia 1862 emprende su tercer viaje a Italia. Montero solo volverá a Lima en 1868 para presentar lo que sería su obra maestra, el enorme lienzo de Los funerales de Atahualpa, que le consiguió la consagración definitiva. Poco después fallece en el Callao, víctima de la fiebre amarilla. Estaba por emprender nuevamente viaje a Europa, para realizar otra gran pintura de historia, La rendición de Rodil, una escena emblemática del fin del dominio español en América.

• La escena representada La elección del tema es el primer asunto que determina el éxito de un cuadro de historia.

Síntesis de la cronología del viaje del famoso cuadro

• Abril, 1867.- Los Funerales de Atahualpa se exhibe en el taller del pintor en Florencia. Poco después emprende el viaje a América del Sur.

• Agosto, 1867.- Se exhibe en el salón del teatro San Pedro en Río de Janeiro. La colonia italiana ofrece un banquete al pintor.

• Octubre, 1867.- En Buenos Aires se exhibe en el almacén de Fusoni Hnos. hasta fines de febrero del año siguiente. Pasa entonces a Montevideo.

• Septiembre, 1868.- Montero llega a Lima. Su cuadro se exhibe en la Escuela Normal hasta fines de octubre. Se estima que 15 000 personas visitaron la muestra.

• Noviembre, 1868.- Montero obsequia su cuadro al Congreso de la República.

• Julio, 1872.- Junto con otras obras procedentes de la Biblioteca Nacional la obra se instala en el Palacio de la Exposición. La imagen del cuadro ilustra el billete de 500 soles emitido por el Banco Nacional.

• 6 de junio, 1881.- El Alcalde de Lima, coronel Rufino Torrico, en oficio expresa: […] Lima, 6 de marzo de 1881.- Señor D. D. Melitón Porras. Director del Hospital de la Exposición. En sesión de la fecha y atendiendo a que la Municipalidad carece de fondos que se requieren para subvenir a los gastos que demanda el Hospital de Sangre de la Exposición; y que es de imperiosa necesidad procurar esos fondos, pues así lo exige un deber humanitario y patriota: se resuelve, acéptese la idea propuesta por el Sr. Dn. Pedro Bartinelli, director de dicho Hospital en el oficio que se acompaña y en consecuencia autorízase la venta del cuadro al óleo que representa la muerte de Atahualpa que existe en el local de la Exposición, para con su producto atender a dichos gastos pagando de preferencia las deudas que existen pendientes. Que me honro comunicar a UD. para su inteligencia y cumplimiento. Dios que a UD. (Firmado Rufino Torrico.)[…]

• Julio, 1881.- Lima, ocupada por tropas chilenas. El cuadro, junto a otras obras del Museo Nacional incluyendo El Perú Libre, de Montero, son llevadas a Chile.

• Enero, 1885.- Es devuelto al Perú por el presidente Domingo Santa María y la gestiones del jefe de la Biblioteca de Lima, don Ricardo Palma Soriano.

• Junio, 1885.- Se traslada temporalmente a la Biblioteca Nacional para ser copiado a tamaño original por el pintor belga W. Faget. En este lugar lo vería Rubén Darío, durante su visita a Lima en 1888.

• 1906.- Con otras piezas que integran la Galería Municipal de Pintura, se instala en una de las salas del Museo Nacional establecido en el Palacio de la Exposición donde permanece hasta hoy.

• 1935.- Se emite e sello postal con motivo del IV Centenario de la Fundación de la ciudad de Lima (Enero 18 1535 – 1935) con la estampa de los funerales.

• 2010.- MALI, Una Historia Recuperada: Los Funerales de Atahualpa de Luis Montero. Del 22 de octubre de 20 10 al 1 de mayo de 2011.

Dos muestras de la escasa producción de Montero:


RETRATO DE ANCIANO


VENUS DORMIDA

Créditos y Fuentes

La Conquista del Perú (1851). De Guillermo Hickling Prescott (1796–1859) Historiador norteamericano nacido en Salem, Massachusetts. Su abuelo Guillermo Prescott servido como coronel durante Guerra revolucionaria americana. Con problemas en un ojo por un accidente en la Universidad de Harvard, donde se graduó en 1814. Realizo un extendido viaje por Europa y a su vuelta se casó, abandonó la idea de la carrera legal para dedicarse a la literatura. Después de diez años del estudio, publicó en 1837 su Historia de Ferdinand e Isabella, que lo colocó de inmediato en un alto lugar dentro de los historiadores. En 1843 siguió con la Historia de la conquista de México, y en 1847 por la Conquista de Perú. Su obra en tres tomos sobre Felipe, III volumen apareció 1858, fue dejada inacabada. Un ataque de apología en 1859 fue la causa de su muerte.

Sus severos trabajos de investigación, le caracterizaron por una energía narrativa admirable, basados en sus propias investigaciones sobre documentos inéditos en archivos de España. Prescott era un hombre del carácter amable y benévolo; gozó de la amistad de muchos de los hombres más distinguidos de Europa así como de América. Su biblioteca especializada llegó a sumar millares de libros.

Trabajos publicados

La historia de Ferdinand y de Isabella

La conquista de España

La conquista de México

La conquista de Perú

La historia de Philip II

Diccionario Enciclopédico del Perú. Tomo III, Juan Mejía Baca. Lima, 1966.- Montero, Luis.

Diccionario Histórico Biográfico Peruanos Ilustres, Camila Estremadoyro Robles, Lima, 1987.

Internet

MALI (Museo de Arte de Lima)

http://www.mali.pe/agenda_detalle.php?id=8

http://www.jdiezarnal.com/artepinturafuneralesatahualpa.html

http://www.slideshare.net/ETNILUMIDAD/zz-2-15-luis-montero-caceres-pintor-peruano-n-30

http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/publicaciones/alma_mater/2000_n18-19/retrato.htm

http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/publicaciones/alma_mater/2000_n18-19/retrato1.htm

http://galeon.com/piuraylaconquista/atahualpa07.htm

http://www.ccsm-unmsm.edu.pe/arte/expo_miguel_garcia.htm

http://blog.pucp.edu.pe/item/115713/la-toma-de-cajamarca-y-la-captura-del-inca